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Seis tardes de toros en Madrid… parte IV

Martes 28 de mayo de 2019. Si alguien quisiera saber lo que significa la bravura de los toros y el valor de los toreros, así como la forma como debe ser llevada la lidia de un toro en una plaza, sin duda alguna tendrá que ver la corrida de toros del día de ayer en Las Ventas, en la que se lidiaron seis toros bravos de la ganadería de José Escolar, por tres toreros entregados en cuerpo y alma a su profesión.

Ayer se dio la primera de las tres corridas que la empresa ofrece este año para festejar el centenario de la primera corrida del Marqués de Albaserrada en Madrid, que tuvo lugar el 29 de mayo de 1919. Bien se anunciaba ya en la nota de Rubén Amón en la edición de El País del día de ayer: “Éxtasis torista en Las Ventas”. Y no le faltaba razón. Ayer José Escolar cumplió con el objetivo mayor de cualquier ganadero que hace su trabajo con verdad: proveer a la fiesta de toros bravos. Esperemos que hoy y mañana las corridas de Victorino y Adolfo Martín, que provienen también del encaste Albaserrada, nos emocionen del mismo modo que los toros de Escolar.

Y es que ayer pudimos disfrutar de un espectáculo de toros bravos; de lo que debe entenderse por bravura. Corrida dura, de toros muy bravos, encastados, que pelearon al caballo con fuerza, soportando la vara, empujando con los riñones y, por si fuera poco, yendo de largo al caballo, creando ese espectáculo tan esperado por los aficionados que se emocionan al constatar la bravura de un toro, que precisamente se mide en la suerte de varas.

Ayer, desde mi lugar en la plaza, recordé las sabias palabras de Leopoldo de la Maza, quien dijo: “A pasar miedo. Y a través de ese miedo, que el torero sea capaz de crear arte. Si se crea arte sin pasar miedo, eso no es arte en el toro. Muchos toreros ahora tienden a crear arte sin que el de arriba pase miedo, y entonces esto se queda solo”. Todos los aficionados pasamos miedo en los tendidos. Ese miedo que tiene un toque de emoción, de duda, de aflicción y respeto por un hombre que en el ruedo se juega la vida. Es el ahora o nunca para un torero, mostrarse completo frente a un toro de esas condiciones.

Fernando Robleño, torero tan querido en su Madrid, se enfrentó primero a un toro que lo perseguía con saña para cornearlo, saliendo ileso afortunadamente. Al segundo toro lo fue sometiendo con paciencia, dando algunos pases con sabor torero, pero fue en el ocaso de la faena donde la bravura y el arte despertaron la emoción, en una tanda soberbia. Ovación al toro y al torero, que dio la vuelta al ruedo.

Gómez del Pilar recibió a sus dos toros a porta gayola, con gran valor, lanceando con el capote a pesar del viento. Con la muleta no pudo lucirse, pero por su esfuerzo y pundonor obtuvo las palmas y salida al tercio.

Ángel Sánchez tuvo detalles muy toreros, pero tal vez por su juventud no pudo imponerse a sus toros bravos. Fue su cuadrilla la que dio una cátedra de cómo se debe lidiar a un toro, desde la brega y el arropo al torero, hasta los pares de banderillas que Iván García, Fernando

Sánchez, el más artista, y Raúl Ruiz, pusieron con tanto arte con el público de pie. Todos salimos agradecidos de la gran tarde de ayer.
 

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