Seis tardes de toros en Madrid
Sábado 25 de mayo de 2019. La corrida comenzó con el reclamo de los aficionados del Tendido 7, que exigían la destitución del presidente de la Plaza de Las Ventas bajo consignas, entre gritos y mantas, que proclamaban ¡fuera del palco! Yo estaba sentado junto a dos grandes conocedores de toros, Carmelo Espinosa, propietario del restaurante “La Giralda”, quien de joven fue novillero, y el crítico taurino “Chapu” Apaolaza. Los dos se lamentaban por los reclamos de los del 7. Carmelo me decía: “es que estos del 7 todo lo pitan, al presidente, al toro y al torero; no se les da gusto con nada.” En fin, esa es una parte del ambiente, por llamarlo duro, de Las Ventas.
La tarde pintaba espléndida para una corrida de toros, con un cielo azul, la temperatura agradable y la plaza prácticamente llena. Los toros de la ganadería Pedraza de Yeltes, cinco colorados y uno castaño, mostraron dificultad para ser toreados al carecer de fuerza, lo que se notó en la suerte de varas, además de que iban con la cabeza en alto, dando derrotes y brincos, careciendo de la embestida necesaria para lucir el toreo. Aunque dos de ellos fueron de largo al caballo, en dos puyas bien colocadas, la historia no cambió el curso para el que estaba trazada.
Octavio Chacón es un torero de los que da gusto ver. Es valiente, tiene técnica y arte. Tuvo que matar tres toros, porque el primero del lote del francés Juan Leal le pegó una cornada en el recto, que lo envió a la enfermería. Con el primer toro, Chacón hizo un quite por chicuelinas y lo toreó con la mano derecha, sin mayor éxito, matando con estocada caída. El segundo fue un toro distraído al que nada le pudo hacer, y al tercero, que no le correspondía en la lidia ordinaria, lo toreó con la montera puesta, cosa poco usual pero muy torera, al que pudo sacarle dos derechazos que emocionaron, aunque luego el toro se rajó, concluyendo así su participación.
Javier Cortés tuvo ganas, se puso en los terrenos del toro y casi fue cogido en un par de ocasiones. Sus toros, como los demás, no daban juego. El primero, luego de una tanda de naturales, se rajó, habiéndolo pinchado el torero en varias ocasiones, luego de un aviso. Con el segundo la suerte fue igual, y se salvó de una cornada al haber caído al suelo.
El triunfador fue el francés Juan Leal, quien cortó una oreja a su único toro, al que le hizo una buena faena con todo y cornada en el recto, sin consecuencias graves aparentemente. Inició la faena hincado en los medios, citando al toro de lejos. Fue el momento más emocionante cuando, así, dio los pases con la mano derecha, girando para colocarse de nuevo con las rodillas en el suelo. El momento espeluznante surgió cuando el toro lo alcanzó por la espalda y lo corneó levantándolo en dos ocasiones. Con pundonor, corneado y en el suelo, se levantó para citar al toro y darle dos pases en redondo que arrancaron los olés de los tendidos. Mató con certera estocada, recibió la oreja por petición de la mayoría, y se retiró a la enfermaría visiblemente lastimado.