Ideas

Seis tardes de toros en Madrid…

PARTE II

Viernes 24 de mayo de 2019. Decía el escritor Francisco Umbral que Madrid no existe, sino que es una creación de los escritores; un género literario. Decía, también, que Madrid siempre huele a salida de toros. Y vaya que tenía razón. Ayer, Madrid fue todo toros, todo en toros. La gente desde la mañana estaba inquieta por el mal juego que habían tenido los toros de Jandilla la tarde previa, pero albergaban la esperanzada de que los de Juan Pedro Domecq fueran bravos y con nobleza para embestir.

Ante una Plaza de las Ventas que presentó un lleno de “no hay billetes”, y con la presencia del rey emérito Don Juan Carlos, alternaron los toreros Julián López “El Juli”, Paco Ureña y el oriundo de Huelva, David de Miranda, quien no sólo confirmó su alternativa, sino que está hecho para grandes cosas, esas que sólo pueden hacer los que torean con verdad, como lo hizo él ayer en la faena al sexto de la tarde, con el que alcanzó la gloria al cortarle las dos orejas y abrir la Puerta Grande.

Los toros, incluyendo el sobrero de la ganadería de Luis Algarra, si algo tuvieron fue estampa, muy fina, del más puro encaste español, en alto y con las cornamentas bien armadas. Pero por desgracia fueron débiles y mansurrones, impidiendo la labor de los toreros que ya de por sí se había complicado con el viento fuerte que movía como un pañuelo el capote y la muleta. Todos, sí, salvo el sexto de la tarde, que fue un toro bravo, que peleó con fuerza al caballo, humillando con el hocico cerrado durante toda la faena.

David de Miranda, con el primero no tuvo suerte, pero tocó el cielo con el sexto de la tarde, al que le hizo un quite por chicuelinas justísimas, pasándose el toro muy cerca, rematando con revolera elegantemente ejecutada. Para iniciar la faena con la muleta, citó al toro de largo, desde los medios, esperando su llegada y la embestida que aguantó inmóvil con estatuarios y pases cambiados por la espalda, rematando con pase de pecho, levantando a los aficionados de sus asientos. Así iba calentando la faena, y luego de dos tandas de derechazos y de naturales con ligazón, ritmo y sabor torero, dio un pase de pecho eterno que puso de pie de nuevo al público que coreaba con estruendosos olés. Quiso el torero cerrar con bernadinas y mató con una estocada hasta la bola, doblando el toro sin puntilla, recibiendo las dos orejas que fueron pedidas por el público que ondeaba los pañuelos pintando de blanco los tendidos de Las Ventas.

“El Juli” no tuvo suerte con su primer toro, y con el segundo no mostró ganas, sino más bien desinterés, tal vez por esa indiferencia de las figuras que aparentan haber perdido el hambre de triunfo.

Paco Ureña, con su primero, dio una cátedra de cómo se debe parar a un toro, para luego templarlo y mandar. Dio vuelta al ruedo por petición, mientras la banda tocaba el pasodoble “Agüero”. Con el segundo toro logró derechazos y naturales con mucho mérito, porque el viento no le dejaba. Mató bien y recibió una oreja.

Gran tarde la de ayer, que nos hizo recordar que todos los toreros en algún momento pasan, porque hay otros que vienen atrás, con más ilusión y necesidad de triunfos.
 

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