Seguridad, intereses y paz: reflexiones en torno a la Conferencia de Múnich 2024
El sesenta aniversario de la Conferencia de Seguridad de Múnich estuvo marcado por la agenda del conflicto. Se cumplen dos años de la guerra entre Rusia y Ucrania mientras la Franja de Gaza sigue presenciando la radicalización de los discursos y la intensificación de la fuerza militar de Israel. Este contexto de tensiones y acciones que persiguen intereses nacionales de diferentes potencias encuentra diálogo en los acercamientos diplomáticos que se dan en la Conferencia.
La naturaleza del evento es procurar la resolución pacífica de los conflictos y generar confianza a la comunidad internacional a través de iniciativas que mitiguen amenazas con diálogos y políticas que superan el ejercicio castrense o la capacidad armamentista. Se entrelazan otros rubros como la economía, drogas y medio ambiente, para reducir la incertidumbre generada por los desafíos que acechan particularmente a cada país o región del mundo.
No se trata de un organismo internacional ni una cumbre de mandatarios mundiales, es un evento privado que brinda espacios diplomáticos y plataformas mediáticas para dar lugar a la negociación y el debate.
La Conferencia, que albergó más de 40 jefes de Estado y alrededor de cien ministros de defensa y relaciones exteriores, se dio en el difícil marco de tratar de entablar vías de pacificación cuando hay alianzas e intereses tan arraigados en las relaciones internacionales. El claro ejemplo es el acercamiento de China con Estados Unidos en torno a la guerra librada en Ucrania. Mientras el gigante asiático, a través del ministro de relaciones exteriores Wang Yi, declaraba que “por muy difícil que esté la situación, no podemos dejar de buscar la paz”, también cuestionaba los señalamientos que hacía Norteamérica al apoyo no letal que China le ha facilitado a Rusia. Nada comparado con los más de 40 mil millones de dólares que ha enviado Washington a Kiev en misiles y equipo bélico letal.
Las tensiones también se manifestaron en los debates que tenían a la guerra entre Israel y Hamás como eje central. La creciente solicitud del cese al fuego va más relacionado a un acto de solidaridad con el pueblo palestino que con un proceso de pacificación que brinde equilibrios de poder y justicia en la región.
Las relaciones de poder que configura el sistema internacional están cambiando y se puede notar en la postura que han tomado bloques como el BRICS, que busca alianzas sin que se trate de cooperación que favorezca los intereses del más poderoso en términos militares o económicos. Me refiero a la capacidad de negociación que está obteniendo India (nuevo Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea) y su no alineación al poder hegemónico, combinado con la capacidad comercial de países que como Brasil, encontraron ventajas en la descentralización que se genera cuando hay unión con océanos de por medio.
Es preocupante que la discusión de las guerras activas y de posibles negociaciones no pongan primero la seguridad de la sociedad civil. Las rígidas posturas de Rusia, Ucrania, Estados Unidos, Israel y lo que queda de Hamas terminan por tener costos en vidas humanas. Las solicitudes de ayuda humanitaria se difuminan contra los rapaces discursos de quienes persiguen armamento y dólares. El representante de la Unión Europea para asuntos exteriores y de seguridad, Josep Borell, ha comenzado a medir la relevancia de la región con base a su unidad y su capacidad de defenderse contra el enemigo común, que en este momento de la historia se trata de Rusia.
Ahora, existen problemas en la agenda común que van en paralelo a los conflictos bélicos, pero no por eso son menos importantes o tienen menor impacto negativo. Un estudio de opinión sobre riesgos globales del Foro Económico Mundial aplicado a 12 mil personas que forman parte de las siete economías más grandes del mundo, para medir la percepción que se tiene respecto a ciertos conflictos internacionales y el riesgo que le representan a la seguridad, reveló que el tema más preocupante es la migración generada por el deterioro del medio ambiente.
El hecho de que las personas en los países desarrollados teman más por la migración que por un conflicto nuclear, demanda que la Conferencia adopte una definición integral de la seguridad, una que incorpore la perspectiva local para dar soluciones desde la comunidad, considerando los aspectos socioculturales, sin imponer medidas cupulares cuando no se conoce la realidad regional a la que sí tienen acceso las autoridades locales. Esta es una perspectiva urgente para atender la migración y otras agendas comunes, como la lucha contra el tráfico de fentanilo en América o la crisis alimentaria que sufren varios países africanos.
Es cierto que dotar espacios de diálogo genera confianza para cumplir con el prometido fundamental de la Conferencia de Seguridad, pero la transgresión a los derechos humanos y a las leyes internacionales como una práctica generalizada, al menos sobre los temas mencionados anteriormente, nos habla del compromiso que tienen los poderosos con la paz. Solo hay que ver la impotencia de la ONU frente a las guerras: los que vetan las iniciativas que buscan la pacificación son los mismos que venden las pistolas.