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Secretaría de las Mujeres

Lo que pasa dentro de los hogares es privado y también es una muestra de lo que somos como sociedad. De la puerta para adentro es donde, sin la mirada de otras personas, las familias conviven, se organizan y reflejan una realidad de la mujer. Son espacios de crecimiento y armonía o, por el contrario, ambientes de violencia; donde las tareas y responsabilidades se distribuyen o recaen sólo sobre ellas.

Histórica y culturalmente, hasta el siglo pasado, había únicamente dos roles al interior del hogar: uno productivo y otro reproductivo; los varones como proveedores y las mujeres con labores asociadas a la maternidad y los cuidados (de menores, de enfermos, de personas con discapacidad y de la tercera edad), sin remuneración alguna, ni prestaciones y mucho menos algún sistema de ahorro. Son modelos que, por las condiciones económicas y sociales, resultan cada vez más obsoletos, además de inequitativos.

En México y el mundo, las mujeres cada vez tienen mayor protagonismo fuera del hogar, lo que ha transformado la dinámica familiar. En el 2010, en nuestro país uno de cada cuatro hogares estaba encabezado por una mujer, una jefa de familia; en el 2020 se incrementó a uno de cada tres hogares. Es decir, en una tercera parte de los hogares de México hay una mujer como principal proveedora y sostén económico (datos del Censo de Población y Vivienda del INEGI, 2010 y 2020).

La participación de las mujeres con roles remunerados ha permitido su desarrollo, pero también ha implicado que terminen realizando dobles jornadas, una fuera de casa y otra de labores domésticas. O que, cuando son responsables de los cuidados, lo hagan sin que reciban alguna compensación económica ni se tome en cuenta el valor que implican dichas tareas, impidiéndoles muchas veces un desarrollo pleno.

La deuda con las mujeres es histórica porque desde hace siglos han sido las más desfavorecidas. Remediar las situaciones de desigualdad y desequilibrio económico será una de las principales tareas a las que se enfrentará la nueva Secretaría de la Mujer, que recientemente anunció la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum.

Esta nueva dependencia sustituirá al Instituto Nacional de las Mujeres, un organismo descentralizado creado en el 2001, y que venía impulsando una agenda de perspectiva de género, pero que, sin embargo, poca o nula presencia tuvo en la agenda pública de la presente administración.

Elevar esta dependencia de instituto a secretaría implicaría destinarle más recursos a la agenda de género, lo que estaría enviando una señal del peso y la relevancia que podría tener este tema durante el mandato de Claudia Sheinbaum. Colectivos y grupos de mujeres y feministas ya comenzaron a alzar la voz para darle seguimiento a los programas que impulse la próxima titular de la dependencia, la senadora y secretaria general de Morena, Citlalli Hernández. El trabajo requerirá mucho más que repartir cartillas para que las mexicanas conozcan sus derechos.

En la agenda está garantizar un sistema de cuidados y políticas públicas efectivas para que las mujeres ejerzan plenamente sus derechos, tanto económicos como laborales y sociales. Seguramente se pondrá sobre la mesa el funcionamiento de guarderías y los horarios extendidos en las escuelas (escuelas de tiempo completo), programas que fueron suprimidos este sexenio. Urge recuperarlos, por el bienestar de las mujeres.

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