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Salud pública o financiamiento electoral

Una de las consecuencias drásticas que ha propiciado la emergencia sanitaria mundial por la expansión de la pandemia del coronavirus, es que nos obliga a mirar con claridad cuáles son las prioridades que tenemos como especie, como sociedad, comunidad, familiar e individual.

La acelerada expansión de la pandemia nos ha dejado en una situación que muestra la vida desnuda. En este momento parece no haber ninguna discusión respecto a que lo más importante para cada ser humano, para cada sociedad, cada Estado o incluso los organismos financieros internacionales, es defender la vida. 

Conviene resaltar que “en este momento” esa es la prioridad, pero no lo fue así para muchos gobernantes, para muchos diseñadores de políticas públicas que en el pasado no se tentaron el corazón para reducir el gasto público para los sistemas de salud o para la investigación sanitaria. Y en el futuro, cuando parezca que volvemos a la normalidad ahora perdida, muchos gobernantes y empresarios se olvidarán que lo principal es la defensa de la vida, y querrán restablecer los privilegios y ganancias de siempre. 

De modo que las condiciones de emergencia nos ponen claramente frente a las prioridades, y en el otro lado de la balanza, cuáles no son actividades prioritarias o riqueza socialmente producida que en este momento se destina a actividades ya no digamos improductivas, sino totalmente innecesarias. Hay muchas en México, pero una con facilidad podría estar en el primer lugar para todos: el exorbitante gasto que hace la sociedad mexicana para mantener un pesado y oneroso sistema electoral y de financiamiento público a los partidos políticos.

En números gruesos, de 1991 a la fecha, los mexicanos hemos pagado más de 300 mil millones de pesos para mantener el sistema electoral federal y el financiamiento público a los partidos. Probablemente se han gastado otros 100 mil millones de pesos para el mantenimiento de los organismos electorales locales.

¿Cuántos hospitales de primer nivel, cuántos respiradores artificiales, salas de cuidados intensivos, equipo para situaciones de emergencia se podrían financiar con estos 400 mil millones de pesos? 

Si en vez de engordar pesadamente un sistema electoral que puede ser prescindible con otras formas de organizar la selección de los representantes políticos, ese dinero se hubiera destinado para mantener y mejorar el sistema público de salud, seguramente habría menos carencias de las que se tienen en este momento de emergencia sanitaria. 

Es el momento de eliminar de tajo el financiamiento público a los partidos políticos. Han recibido más de 80 mil millones de pesos en las pasadas tres décadas, son recursos que habrían servido para contratar personal médico y tener hospitales de primer nivel en todas las regiones del país. 

Es el momento de eliminar la costosa, burocrática e innecesaria de los organismos electorales. Son organismos que deben dejar de ser permanentes, sus integrantes deben ser honorarios y dejar de cobrar sueldos ofensivos para una sociedad con necesidades apremiantes. 

Sólo los liberales que quieren un sueldo dentro de ese sistema se pueden oponer a una propuesta sensata como esta. Ya podremos imaginar, inventar, reinventar fórmulas que no sean costosas y que propicien formas de democracia horizontal y directa. Mientras más pronto eliminemos o recortemos gastos innecesarios, y los destinemos a lo prioritario, como sistemas públicos de salud universales, más pronto estaremos en condiciones de enfrentar las pandemias por venir.

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