Salud mental
Muchos números alarmantes pusieron el ojo en el encierro obligado por la pandemia en 2020. Subió la tasa de violencia doméstica, abusos, las llamadas de emergencia e incluso los suicidios; sin embargo, dos años después de que se abrieron las puertas y las ventanas a la normalidad, las cosas no van mejor. ¿Qué está sucediendo que la tasa de suicidio va en aumento en México? Creció un 24% en los últimos tres años.
Hace unos días se conmemoró el Día Internacional para la prevención del suicidio, pero los números no son positivos. De acuerdo con el Inegi, en 2020 se registraron siete mil 896 casos de suicidio en México, pero el año pasado se contabilizaron ocho mil 447. De esos, 655 se identificaron en Jalisco hace dos años y la cifra del año anterior fue de 728, lo que ubica a la Entidad en el segundo sitio a nivel nacional. En los primeros meses de 2022 se han registrado 178 casos de acuerdo con el Instituto Jalisciense de Salud Mental (Salme).
Este in crecendo debe hacernos revisar lo que sucede. ¿Qué hacemos ante las señales? ¿Sabemos identificarlas? Los cambios de ánimo, la falta de interés, el aislamiento, el abandono escolar, el descuido personal, el inicio en el uso o abuso de sustancias psicoactivas. ¿Cómo reaccionar ante el espectro de la depresión o la ansiedad que sale de control? Esas señales que no desciframos oportunamente hasta que un día parecen sorprendernos.
El confinamiento incrementó los cuadros de ansiedad. En México el 17% de las personas presenta al menos un trastorno mental, y al menos una de cada cuatro lo padecerá alguna vez en su vida de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS); sin embargo, no estamos preparados para enfrentarnos a estos padecimientos. Dicho está de más que la ansiedad excesiva -entre otros padecimientos- lleva a las familias a internar a los suyos en centros de rehabilitación, mismos que meses atrás estuvieron en el ojo público en Jalisco por la deficiencia en el cuidado de sus pacientes al punto de la tortura.
Desestigmatizar los trastornos mentales es un paso importante. Sucede a todas las edades y en todos los estratos sociales. El año pasado, la atleta Simone Biles dio cátedra de la importancia de la salud mental al abandonar la competencia olímpica en las finales privilegiando su equilibrio personal. Su ausencia se notó en el medallero en la disciplina de gimnasia. Una pérdida para el deporte estadounidense, pero un paso adelante para aceptar la realidad.
Si bien ese fue un caso brillante que nos hizo mirar hacia adentro, no todos tienen el valor de externar lo que les sucede, hacer un alto y pedir ayuda. Ubicarse en el segundo Estado del país con mayor índice de suicidios evidencia que algo no anda bien, ya sea en el área de la prevención o en el tratamiento y nuestros jóvenes entre los 25 y 29 años son los más susceptibles, justo cuando más oportunidades se encuentran a su alcance.
Es momento de replantear antes de que los números sean cada vez peores. Conciertos, conferencias y campañas ya están en marcha, pero no reportan descenso en los casos. Hay una línea de emergencia activa para ayuda, pero no es la única respuesta. Quizá nuevos programas y oportunidades para adolescentes y jóvenes, orientación para padres para mejorar el entorno familiar, mayor presupuesto dedicado a la prevención y tratamiento de a trastornos emocionales en el sector público, terapeutas en los centros educativos, supervisión al tratamiento que ofrecen los centros de rehabilitación. Cada acción cuenta, por alguna hay que comenzar.
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