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Salario mínimo

La resistencia a aumentar los ingresos de los trabajadores mexicanos vía el salario mínimo es añeja, podría decir que había sido una resistencia histórica. Es cierto que el hubiera no existe, pero a veces sirve para aprender lecciones: si desde hace por lo menos cuatro décadas los ajustes salariales se hubieran hecho más apegados a la realidad económica nacional, con todo y las sucesivas crisis, pensando en reactivar el mercado interno y no en mantener a raya la inflación, quizá en estos momentos estaríamos con ingresos de primer mundo.

Como suelo decir, desde que tengo uso de razón periodística recuerdo el drama de cada año: los sindicatos -las centrales obreras de entonces, poderosísimas- lanzaban sus demandas, los empresarios hacían como que se resistían y luego que dizque cedían, previa mediación del Gobierno y finalmente se llegaba a un acuerdo para el incremento salarial de cada año. Funcionó así por mucho tiempo, lo mismo con las prestaciones y otras exigencias relativas a las condiciones generales de trabajo. Luego se acabó casi todo y hemos llegado, como sostiene el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, a aceptar sin rechistar la auto explotación bajo el pretexto de que sólo así es posible que nos realicemos, (https://elpais.com/cultura/2018/02/07/actualidad/1517989873_086219.html), un asunto para no perder de vista, aunque no es el foco del comentario de hoy ni es exclusivo de México. Pero para allá íbamos y todavía no estamos para cantar victoria.

Sin embargo, sí quiero destacar la noticia de esta semana relativa al incremento salarial en nuestro país. El año pasado fue de 16.2% y el salario mínimo diario se ubicó en 102.68 pesos en 2019; para 2020 será de 123.22 pesos y la pretensión es llegar, en 2024, a 205.41 pesos. Los ajustes, necesariamente, tienen que ser muy superiores al nivel inflacionario para recuperar el terreno perdido durante décadas. Encontré por ahí un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de 2017, donde se indica que la pérdida del poder adquisitivo en los últimos 30 años llevaba un acumulado de 80 por ciento (https://www.gaceta.unam.mx/perdida-acumulada-de-80-del-poder-adquisitivo/).

El estudio “México 2018: otra derrota social y política de la clase trabajadora; los aumentos salariales que nacieron muertos” fue realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía, cuyos especialistas concluyeron, entre otras cuestiones, “que en 1987 se requería laborar cuatro horas con 53 minutos para obtener esta canasta, mientras que para el 26 de octubre de 2017 eran necesarias 24 horas con 31 minutos”. Se refiere, por supuesto, a la canasta básica.

Está pérdida del poder adquisitivo que parecía inexorable, ahora se avizora menos fatalista por las negociaciones que ya todos conocen sin duda, pero que quiero destacar, entre empresarios, trabajadores y Gobierno, por primera vez en mucho tiempo, dada, reitero, la resistencia consuetudinaria a incrementar los salarios en una mayor proporción pese a que significaba reactivar el mercado interno y propiciar, en términos muy generales, mejores condiciones de vida para la clase trabajadora.

No se me olvida la tremenda crisis de 2008, influenza incluida, cuando otros países de América Latina decidieron aumentar ingresos y bajar impuestos para reactivar la economía interna y lo lograron; y en México fue exactamente al revés.

Con la decisión de aumentar el salario en esta magnitud (probado ya que no influyó negativamente en la inflación con el incremento para este año); y con los acuerdos también en materia salarial en el marco del T-MEC (antes TLC), creo que el camino está señalado para que, por fin, después de décadas, los ingresos de la mayoría de los mexicanos mejoren sustancialmente y, con ello, las condiciones de vida.

México es uno de los países con mayores índices de desigualdad en el mundo y creo que, por primera vez en muchos años, el asunto de los ingresos de los trabajadores se está abordando desde otra óptica, más con el foco en la realidad social y, por qué no, en la conveniencia de fortalecer el mercado interno del que todos formamos parte. Siempre se privilegió y se atendió el temor, casi pánico, a la inflación. Ahora creo que se está en la ruta de romper patrones y, si no se dispone otra cosa, pensar en que otro México, mejor, más equitativo y justo, es posible.

Con estas buenas noticias, aprovecho para desearles una muy feliz Navidad.

(lauracastro05@gmail.com)

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