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Retomando México, cultura del engaño

Hace casi ocho años, el 5 de febrero de 2015 para ser exacto, publiqué una columna intitulada “México, cultura del engaño”. En esa ocasión, abordé las raíces de la deshonestidad de los mexicanos y también cuál era la diferencia entre corrupción y deshonestidad, siendo esta última la principal raíz de la corrupción. 

El Presidente López Obrador asegura que la cultura del pueblo mexicano es la honestidad. El pueblo siempre ha sido honesto. Explica que la corrupción básicamente se da en las élites y que ésta se origina con el conservadurismo del presidente Porfirio Díaz y luego se renueva durante el neoliberalismo. No explica cómo es que hubo corrupción durante las administraciones de, por ejemplo, los presidentes López Mateos, Luis Echeverría y López Portillo, que no eran ni conservadores ni neoliberales. Tampoco explica cómo es que, en los países más neoliberales del mundo, Estados Unidos y el Reino Unido hay mucha menos corrupción que en México. 

Antes que AMLO explicara el origen de la corrupción en México, analistas y académicos aseveraban que esta se debía al PRI. Decían que PRI y corrupción eran sinónimos. Que cuando hubiera alternancia el problema se resolvería. Pero la alternancia llegó y la corrupción sobrevivió. De hecho, aumentó.

¿Qué pasó? Los “expertos” encontraron entonces una explicación más: resulta que no sólo era necesaria la alternancia, sino que ahora el problema es la impunidad. Esto es, si a los corruptos se les aplicara la ley y fueran a la cárcel, sería suficiente. O sea, ya no sólo era el PRI el culpable. Pero como explico a continuación, la ley por sí sola no siempre funciona, pues los factores culturales que se niegan a considerar pesan aún más que las consecuencias legales.

Por ejemplo, si fuera por incentivos, hace rato que habría disminuido el consumo de drogas en los Estados Unidos, pero aun con récords históricos de convictos, el consumo de estupefacientes ha venido incrementando. En cambio, el consumo de tabaco se redujo en forma importante. ¿A qué se debió ese cambio? A un cambio cultural. El fumador es considerado cada vez más un criminal social, mientras que, como predije en mi libro Mitos y Mentadas de la Economía Mexicana, publicado en el año 2012, la producción, comercialización y el consumo de mariguana ya es legal en muchos estados de la unión norteamericana.

“La corrupción mexicana tiene varias raíces siendo la principal la deshonestidad generalizada de la población. Corrupción y deshonestidad no son términos intercambiables. La primera es el abuso de una posición pública para obtener ganancias privadas; la segunda, en cambio, es la violación sistemática de las normas, sean públicas o privadas, se esté o no en función de poder, sean o no legales.”

Ejemplos de esta raíz abundan: bebidas alcohólicas adulteradas, litros que no son de litro, garantías que no se respetan, sobornos para eludir sanciones, moches entre privados, plagios de tesis (inclusive una red completa de plagiadores). Hasta el famoso “dígale que no estoy”. Todo esto y más lo aprendemos desde la niñez. De hecho, AMLO ha reconocido que las mujeres mexicanas son más honestas que los hombres. Que por eso el dinero se los da a ellas, ¿Esto es cultural o genético?

¿Qué pasó con lo que el pueblo, que incluye a los hombres, es honesto? ¿O sólo es la mitad del pueblo? Por cierto, quién tendría la culpa de la internacionalmente conocida y reconocida impuntualidad mexicana. ¿El PRI, la impunidad o el neoliberalismo?

Resumiendo, dado que el problema de México ha sido el PRI, la impunidad y el neoliberalismo, y como al Presidente López Obrador le gusta tomar como ejemplo a Dinamarca y asegura que la cultura de los mexicanos es de honestidad, contéstese a usted mismo esta pregunta: ¿Siendo usted orgullosamente mexicano, a quién le creería usted más, a un danés o a un mexicano?

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