Ideas

Responsables de la historia

Yo aprendí de la literatura que a su vez era un espejo de los acontecimientos sociales de América Latina. Influyó quizá mi inclinación y amor nato hacia el famoso “boom latinoamericano” que dio patria a las letras de toda América del Sur y sus escritores modernos. Ahí los nombres de Carlos Fuentes, Miguel Cabrera Infante, Vargas Llosa, Octavio Paz y  Julio Cortázar. En ocasiones las mismas historias enletradas te llevaban como lector (y ni qué decir de sus contextos) a la encrucijada política de palabras como “dictadura” o “revolución”. Lo que haya hecho el marketing editorial es otra cosa, pero las ideas y los contextos estuvieron ahí -en la maravillosa prosa- y así, entendimos que para bien y para mal si queríamos entender un poco de nosotros, de nuestra historia y de nuestra forma de interrelacionarnos a nivel continental, habría que leerse a los del “boom”.

Para eso sirve la cultura como comportamiento declarativo y asunto identitario. Esos afanes de identidad y de libertad permearon por supuesto hasta la música y la música, siempre ha resultado un estandarte de las generaciones más jóvenes; genera cohesión  y hace emerger ideales. Entonces, ante esta amalgama de acontecimientos que vivimos a nivel continental; Chile, Bolivia, Brasil, México claro está. ¿Para qué nos sirve la cultura? ¿Para tener memoria? ¿Para tener un espejo que nos ayude a tener memoria? ¿Para agrupar un submundo de conocimientos que nos ayuden a entender? ¿Para no rompernos por dentro? ¿Para saber a quien echarle la culpa mundialmente? ¿Para entender procesos? ¿Tenemos responsabilidad en los hechos que azotan al mundo, a nuestro país, a nuestro continente? Mi respuesta es sí. Primero que nada -como dijo el enorme personaje de Wajdi Mouawad, Nawal-: “hay que aprender a pensar, para salir de la miseria”.

Y aquí incluyo una frase del fallecido psiquiatra chileno Claudio Naranjo: “Somos los actores responsables de cualquier cosa que hagamos. Nuestra única alternativa es reconocer tal responsabilidad o negarla. Y percatarse de la verdad, nos cura de nuestras mentiras”. Y entonces me viene a la cabeza un texto bellísimo del libanés Wajdi Mouawad, quien puso en boca de su personaje Nawal Marwan la historia misma de la humanidad: “(…) cada historia es responsable de su pueblo, y cada pueblo es responsable de sus traidores, y de sus héroes. Responsable de sus vérdugos, y de sus víctimas, responsables de sus victorias y de sus derrotas(…) No amamos la guerra ni la violencia, y hemos hecho la guerra y hemos sido violentos. (…) Hemos fracasado en todo, podemos talvez salvar aún eso: la dignidad” (“Incendios”, 2010).

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