Responsabilidad en las redes sociales
¿Cómo se construye un influencer? Aunque el término con los años se ha acuñado y reconozco el poder que tiene, lo más importante, como en cualquier otra carrera u oficio, es la ética y la responsabilidad. No hay magia oculta. Pero no cualquiera tiene la capacidad de ceñirse a esos valores por muchos seguidores que acredite.
Hace unos días llegó a mis redes sociales un caso que, extrañamente me sorprendió y me exigió una segunda lectura: los familiares de una jovencita denunciaban en redes sociales la agresión de un joven hacia la chica, porque ella le pisó y ensució sus tenis mientras viajaban en una unidad de transporte público cerca de un centro comercial por Mariano Otero. La primera lectura fue de indignación, sobre todo al saber que la chica terminó con un collarín por un esguince cervical y todo por un incidente aparentemente sin importancia que escaló hasta un punto de no retorno, desde los insultos hasta la agresión por parte de ambos.
La denuncia, como corresponde, no iba a hacerse esperar; sin embargo, la construcción del caso, que inició a finales del mes pasado, derivó en una suma de eventos desafortunados que generó una cacería de brujas para el joven –quien el día del incidente, dicho sea de paso, recibió la agresión física de terceros y la detención correspondiente por parte de elementos de seguridad– que tuvo como resultado una afectación física y moral, incluidas amenazas homófobas y de muerte hasta días recientes, viendo vulnerado así su entorno laboral y familiar. De la noche a la mañana el joven se convirtió en un objetivo en redes sociales.
¿En qué momento se cruza la línea entre la búsqueda de justicia y la venganza? ¿En qué punto se resta capacidad a las autoridades y se activa el interruptor del cyberacoso, pasando de un incipiente influencer que documenta día a día el avance de sus “lesiones” a un provocador que utiliza a los usuarios a su alcance para generar una ola de odio?
Cualquiera que sea la construcción que defina a los involucrados en este caso, no debe ser la inconciencia la que motive las acciones, pues no sabemos en qué punto una denuncia personal termine en una tragedia, como sucediera el fin de semana pasado en Huachinango, Puebla, donde a través de un grupo de WhatsApp un habitante del municipio señaló a un joven como “robachicos” sólo por ser ajeno al lugar.
Las imágenes las conocemos todos, la efervescencia ciega del momento derivó en una golpiza en la que se involucraron aproximadamente 30 personas y, cuando intervinieron las autoridades, decenas más superaron las acciones de los elementos de seguridad y no pudieron evitar el linchamiento del hombre sin averiguar siquiera de quién se trataba o qué hacía en Puebla. Luego del deceso trascendió que el joven era un abogado ex asesor de la Cámara de Diputados y a la fecha no hay un solo detenido por los hechos.
La responsabilidad en las redes sociales es una tarea personal; se construye, siendo influencer o no, con ética y responsabilidad sin importar el contenido al que se refiera. Se pueden “levantar” carreras maratónicas que a través de un caso, en el que se vulnere la integridad de un tercero, se conviertan en tendencia y por ello mismo terminar en prisión, para muestra YosStop; pero también quienes prefieren ascender poco a poco con una propuesta sin pasar por encima de nadie.
Confío en que el caso con el que abre esta columna llegue a buen término, y que por la tranquilidad de ambos, sean las autoridades quienes determinen las sanciones o indemnizaciones en caso de que las haya antes de que el tiempo, las redes sociales o los colectivos les pasen la factura.
Gabriela Aguilar
puntociego@mail.com