Remesas, para que aprendan
Cuentan que el presidente revisa todos los días tres indicadores: la cotización precio dólar, el ingreso por cobro de impuestos y las remesas. Ninguno de los tres indicadores es un verdadero termómetro de la economía nacional, ninguno de ellos ni los tres juntos sirven para tomar decisiones, pero los tres son indicadores de los que importan al presidente y son los que más presumió en su informe. La cotización del dólar le da tranquilidad; el ingreso a las arcas de Hacienda le permite saber cuánto más puede gastar, y las remesas, lo dijo en el informe, es dinero que llega a los más pobres, lo que le da estabilidad al país.
Más allá de la tranquilidad que nos a todos saber que los hogares más pobres recibirán un ingreso extra, las remesas son un indicador del fracaso de la economía mexicana. Si ese dinero llega es porque connacionales se fueron a buscar fortuna a otro país, principalmente a Estados Unidos, porque no encontraron oportunidades en México. Si deciden mandarlo a sus familiares en lugar de gastarlo en ellos mismos y en mejorar su calidad de vida es porque saben que en México no hay oportunidades ni apoyo suficiente para más pobres y que sus familias no la están pasando bien. Si están creciendo las remesas es gracias a la economía del país vecino, no a las decisiones del gobierno mexicano.
El que las remesas sean ya un ingreso de divisas más importante que el petróleo significa simple y llanamente que pasamos de exportar materias primas a mano de obra. Hay poco que presumir en ello. El primero que comenzó a ver la remesas como una oportunidad económica fue Vicente Fox y trató de convertirlas en parte de su programa de gobierno con aquel programa llamado Tres por uno. Desde entonces el ingreso por los envíos desde el extranjero no ha dejado de crecer a pesar de que el número de migrantes no lo ha hecho al mismo ritmo.
Detrás de cada remesa, de cada dólar que festeja el presidente, hay una historia de sufrimiento y desarraigo y un grupo del crimen organizado que hizo negocio con cada cruce ilegal
Si algo tiene el Estado mexicano con los migrantes es una deuda, una deuda de oportunidades. Quienes migran ya no son solo campesinos de zonas pauperizadas que van a trabajar al campo de otro país sino jóvenes urbanos que no encuentran posibilidades de desarrollo en su país. Pero, sobre todo, no hay que olvidar que detrás de cada remesa, de cada dólar que festeja el presidente, hay una historia de sufrimiento y desarraigo y un grupo del crimen organizado que hizo negocio con cada cruce ilegal (entre 10 y 20 mil dólares por cada persona).
Es cierto lo que dice el presidente López Obrador: tenemos mucho que aprender de todo esto.
diego.petersen@informador.com.mx