Reflexiones para después de la elección
El 3 de junio se sabrá preliminarmente quién será la nueva Presidenta de México. Se escucharán los discursos, las entrevistas de la ganadora y de quien haya resultado derrotada, pero también los mensajes de quienes hayan resultado vencedores en las elecciones estatales. Se tendrá una idea más o menos clara de cómo se integrará el Congreso de la Unión, y también habrá noticias respecto de quiénes gobernarán las principales ciudades del país. Se hablará de fraudes, de compra de votos, de judicialización del proceso y de la importancia de que el pueblo haya decidido por la mejor opción, en voz de las y los propios elegidos.
Sin embargo, el día 3 de junio seguirá habiendo casi un 40% de viviendas que no tienen servicio de agua potable o que, teniendo tubería, no la reciben a diario ni con la calidad suficiente. La sequía seguirá agobiando a la mayor parte del país y los estragos de las ondas de calor, y quizá ya la presencia de las primeras grandes tormentas tropicales y ciclones esté generando daños importantes en diversas zonas del país.
El hambre seguirá siendo una realidad para los más de 800 mil hogares donde hay alguna niña o niño que, según el Inegi, no come todo el día o come sólo una vez al día, por falta de recursos; mientras que según el Coneval prácticamente uno de cada cinco habitantes del país es vulnerable por carencia de acceso a una alimentación nutritiva y de calidad.
La carencia de servicios de salud seguirá provocando muertes evitables o el agravamiento de padecimientos que podrían ser controlados y en muchos casos, curados. La cobertura en vacunación seguirá en sus niveles más bajos en 30 años; y la falta de cobertura de seguridad social seguirá siendo la realidad permanente para millones de personas.
La infraestructura social seguirá siendo la misma. Los drenajes seguirán desbordándose con las primeras lluvias; las alcantarillas seguirán taponadas por la falta de limpieza oportuna; el alumbrado público seguirá siendo insuficiente y de mala calidad; así como las avenidas, parques y espacios públicos en general.
La educación seguirá en crisis, pues lo hecho no es ni lejanamente lo necesario para recuperar los saberes perdidos durante la pandemia, y para dar un paso decisivo hacia la construcción de un sistema educativo nacional diseñado para la libertad, para la promoción de la democracia y para construir una sociedad intolerante a la desigualdad y dispuesta a exigir por todos los medios un Estado de bienestar generoso con todas y todos.
La violencia continuará presente en todo el territorio nacional y la amenaza del crimen organizado, pero también de los criminales comunes seguirá azolando a toda la sociedad. De continuar la tendencia, el 3 de junio serán asesinadas alrededor de 80 personas; desaparecerán al menos 16; y habrá miles de casos de delitos sexuales, violencia familiar, robos y extorsiones.
El desempleo y el empleo precario seguirán afectando a más de 15 millones de personas; lo que les condena a tener muy bajos ingresos, muy pocas o nulas prestaciones económicas y sociales; así como sobre todo la carencia de expectativas de un futuro mejor posible para ellas y ellos y para sus familias.
Frente a todo ello, la pregunta es qué es lo que escuchamos en las campañas para resolver estos problemas. Y la respuesta es, lamentablemente, que nuevamente tuvimos enfrente ideas sueltas, deshilvanadas, pero lo más preocupante, una total ausencia de visión integral de un país de derechos con justicia y dignidad para todas y todos.
Vimos una vez más una oportunidad perdida para que los partidos, y las y los miles de candidatos a los cargos en disputa, generasen una auténtica pedagogía democrática para que, pasando la elección, las y los ciudadanos tuviésemos la certeza de que habrá diálogo y consensos por un país incluyente; pero, al contrario, lo que parece que seguirá es la polarización, el encono, y un país que a veces pareciera que se encamina a la deriva.