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Un embajador con historia negra

Donald Trump no está dejando espacio para la interpretación. Hizo a un lado a Kari Lake, una fanática y extremista para el cargo de embajadora en México, y optó por Ronald Johnson, un coronel retirado que también trabajó para la Oficina de Ciencia y Tecnología de la CIA -cuya importancia lo señala en que recibe casi dos terceras partes del presupuesto de la agencia-, y experto en operaciones especiales que fue jefe de Misión en El Salvador, donde prácticamente sometió al presidente Nayib Bukele para que endureciera sus políticas migratorias y se alinearan a los designios del entonces presidente.

En México, está diciendo Trump, es el tiempo de los militares y la mano dura contra el crimen organizado. No hay espacio para la relación con los civiles, sino para alguien en quien confía el Pentágono y la CIA, dos de las dependencias del gobierno estadounidense más críticas de la política de tolerancia y entrega de territorio a los cárteles de las drogas emprendida por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Cuando presentó el Departamento de Estado al Senado su nominación como embajador en El Salvador en 2019, resaltó su experiencia de campo en contraterrorismo, combate al narcotráfico y refugiados.

No ha habido un embajador propuesto para México con un pasado bélico, primero, y tan polémico como Johnson. El último que generó inquietud en México fue John D. Negroponte, designado embajador en 1989 tras haber pasado por Tegucigalpa, donde como jefe de la Misión en Honduras organizó a la contra antisandinista, lo que provocó una discusión en Los Pinos donde se analizó y evaluó negarle el placet. No lo hizo el presidente Carlos Salinas, y la experiencia con Negroponte, un halcón con mano de terciopelo, no fue negativa. Johnson es otro halcón, pero su mano probadamente de hierro.

Al hacer el anuncio en X, Trump dijo que “juntos pondremos fin al crimen de los migrantes, detendremos el flujo ilegal de fentanilo y otras drogas en nuestro país, ¡HACIENDO A ESTADOS UNIDOS SEGURO OTRA VEZ!”. Johnson, que regresa a la actividad después de haberse jubilado en 2021, tiene el perfil con el que ha construido su equipo, en donde el énfasis en los temas para los cuales recibió el mandato popular, explica porqué hizo a un lado a Lake y se inclinó por él.

El Centro y Escuela de Guerra Especial, que se encuentra en el Fort Liberty de Carolina del Norte, una de las instituciones educativas de élite del Ejército que entrena a sus alumnos en las tres ramas de operaciones especiales, las fuerzas especiales, asuntos cívicos y operaciones sicológicas, publicó el año pasado una pequeña biografía de Johnson que se leía como hoja de servicios:

“Se enlistó en la Guardia Nacional del Ejército en 1971. Completó la Escuela de Candidatos a Oficiales en 1973 y se graduó del curso para oficiales de las Fuerzas Especiales en 1977, mientras estuvo asignado al 20º Grupo de Fuerzas Especiales Aerotransportadas. En 1984 comenzó su obligación de tiempo completo como comandante de destacamento del 3er Batallón y del 7º Grupo de Fuerzas Especiales Aerotransportadas en Panamá… Pasó un tiempo significativo de su carrera militar en el Comando Sur y es fluente en español. Encabezó operaciones de combate en El Salvador y fue uno de los 55 consejeros militares durante la guerra civil en los 80.

“También fue destacado en los Balcanes en los 90 como oficial senior de un equipo integrado por elementos de la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional y personar de la Misión Especial, para capturar a personas acusadas de crímenes de guerra. Luego de su carrera militar, hizo una segunda carrera en la CIA y participó en experiencias de combate y operativas en todo el mundo. También fue representante superior tanto para la Dirección Nacional de Inteligencia y la CIA en el Comando Sur, y enlace de Ciencia y Tecnología del Comando de Operaciones Especiales de la CIA”.

Johnson vivió varios años en Latinoamérica, aunque el país en donde más se involucró fue en El Salvador. Organizaciones de derechos humanos han señalado que su protagonismo en ese país transcurrió “en uno de los períodos más oscuros” de su historia, donde lo acusan de haber apoyado la represión durante la guerra civil en los 80’s. En su testimonio de confirmación como embajador en El Salvador en 2019 ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, presidido en ese entonces por Marco Rubio, secretario de Estado designado por Trump, dijo que para “Estados Unidos, combatir el crimen trasnacional y contener la migración ilegal, son prioridades fundamentales. Están vinculadas a un lento crecimiento económico y desempleo”.

Johnson llegó a El Salvador para ampliar y profundizar la agenda de Washington, apoyada en programas para fortalecer el sistema de justicia criminal, con coordinación e intercambio de información, luchas contra las pandillas y construcción de una reforma institucional que fortaleciera el combate a criminales. Estos objetivos los ha repetido por algún tiempo el gobierno estadounidense que deben instrumentarse en México, por lo que la reforma judicial aprobada por el régimen fue tan criticada por abrir la posibilidad a que los criminales controlen a los juzgadores.

¿Por esa razón pudo haber cambiado Trump su nombramiento de Lake a Johnson? Una posible respuesta, para lo que quiere el presidente electo, se puede encontrar en un ensayo de Rubén Zamora, miembro fundador del Frente Democrático Revolucionario y negociador de la paz en El Salvador, meses después de su llegada a ese país, donde mencionó que su trabajo produjo fuertes golpes a las pandillas, pero con un costo: Bukele se convirtió en el típico “sí señor”, implementando las desastrozas políticas antimigrantes de Trump, aceptando la línea dura que imponía, sin presentar resistencia, aunque violara la ley internacional.

Zamora describió la forma cómo había operado Johnson durante los primeros cuatro meses de haber llegado a El Salvador, utlizando las redes sociales y difundiendo fotografías en donde aparecía regularmente escoltado por Bukele y el ministro de Defensa. La política exterior salvadoreña, recordó Zamora, capituló. Johnson, para efectos prácticos, se convirtió en un procónsul. Que sirva esto en México, como un comportamiento que no debemos permitir.

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