El resto, en el tercer debate
Xóchitl Gálvez llegará al tercero y último debate presidencial el próximo lunes para enfrentar a tres adversarios. La natural y legal, Claudia Sheinbaum; el ilegal, el presidente Andrés Manuel López Obrador, jefe de su campaña presidencial y la de Clara Brugada en la Ciudad de México, y el esquirol Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano, que está teniendo éxito en el diseño original de la candidatura que acordó el dueño del partido Dante Delgado, con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, dividir el voto de la oposición.
Gálvez llega con el mejor momentum en su campaña presidencial, que ha dejado mucho que desear por la desarticulación interna, el desorden y los conflictos en el cuarto de guerra, su indisciplina inicial y sus errores. Gálvez perdió aquella primera cita al presentarse nerviosa, sin mucho control sobre sus emociones -el día anterior incluso, en su último ensayo con su equipo, había tenido una crisis de nervios-, y cayó más con su memorable declaración días después, “si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio, eres bien güey”, que en una semana le hizo perder, de acuerdo con expertos, cuatro puntos. Sin embargo, desde el primer debate hace cinco semanas, mucho ha sucedido.
Aunque en el agregador de encuestas de Oraculus parece predominar la estabilidad en las diferencias y la casi inamovilidad de los porcentajes, en los detalles hay algunas variaciones. Sheinbaum, por ejemplo, perdió 10 puntos entre enero y mayo, mientras que Álvarez Máynez, que entró tardíamente en la contienda, subió tres puntos, particularmente después del primer debate. Gálvez está prácticamente estancada, al subir de 33 a 34% en el período. Oraculus promedia la estimación efectiva, que ignora la no respuesta y redefine matemáticamente los porcentajes. Pero la no respuesta es grande y no hay coincidencia entre las encuestadoras, al oscilar entre 10 y 25%.
Los simpatizantes de Gálvez aseguran que la mayoría silenciosa en las encuestas no corresponde con la efervescencia opositora en WhatsApp, y que hay un voto oculto que no reflejan los estudios demoscópicos.
Un veterano encuestador dice que no es posible determinar el voto oculto en las mediciones que se han realizado, pero para tener referencias recordó la tasa de sobrestimación de Morena en las elecciones federales de 2021, donde el promedio que le dieron las encuestas fue entre 5 y 6 puntos -cuando la dispersión por el número de partidos en la contienda subestimó a la oposición-, que fue la misma que se calculó en las elecciones para gobernadora en el Estado de México el año pasado -donde solo compitieron dos candidatas-, donde la brecha entre el primer y segundo lugar se sobrestimó al doble, entre 10 y 12 puntos. “Hoy estamos más cerca del escenario del Estado de México, que del ‘21”, precisó.
Si este ejercicio teórico se probara el 2 de junio, la brecha de 22 puntos que muestra Oraculus sería menor. Cuánto, no es algo de lo que públicamente hablen los encuestadores, que en su mayoría sostienen que la diferencia de Sheinbaum sobre Gálvez será de dos dígitos. En el cuarto de guerra de Gálvez piensan lo contrario y diseñan escenarios con base en sus números, donde tenían hasta la semana pasada una desventaja ante la candidata oficialista de 6 a 8 puntos. Es decir, necesitarían de casi 6 a 8 millones de votos para empatar, y quizás ganar, lo que no se ve fácil.
Hasta hoy, Gálvez no ha hecho nada contundente para que ese alto número de votantes decida que es la mejor opción -sin tomar en cuenta el alegato del voto oculto-, y Álvarez Máynez sí ha hecho mella dispersando el voto, tanto de Sheinbaum como el de la oposicionista, aunque la candidata del presidente tiene capital para soportar las pérdidas, lo que no tiene su adversaria. Álvarez Máynez le ha pegado en el voto juvenil, que en su mayoría dice que a quien menos apoyaría en las urnas sería a Gálvez, pero también le ha quitado apoyos en Jalisco y Nuevo León, gobernados por Movimiento Ciudadano, que tienen alrededor del 10% del peso electoral nacional.
El camino de Gálvez a la cima sigue bastante inclinado. Frente a ello está su ánimo y convencimiento de que ganará -como se vio durante su participación el lunes en Tercer Grado-, y la enorme inyección de estímulo que su victoria en el segundo debate le dio a su equipo y a ciudadanos, que este domingo, antes de su penúltima cita con Sheinbaum y Álvarez Máynez -la última es en las urnas-, participarán en lo que se espera un multitudinario mitin de apoyo a la candidata de la oposición.
Una gran asistencia la transportará a Tlatelolco, donde se celebrará el tercer debate, por las nubes y llena de confianza. El principal tema que se discutirá, la seguridad, es el más delicado para Sheinbaum, que deberá defender la peor política de López Obrador, porque no modificó la estrategia ni el enfoque, como sí lo hizo cuando la pandemia de Covid-19.
Sheinbaum recurrirá al pasado para establecer argumentos de defensa y a los elevados números de homicidios dolosos en Guanajuato, gobernado por el PAN, mientras ensalzará sus logros como jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Pero aún en esto, tendrá que ser cuidadosa en cómo lo plantea, porque su estrategia de utilizar la inteligencia y enfrentar a los criminales, está en las antípodas de los abrazos sin balazos del presidente.
Gálvez tendrá que encontrar formas para desarrollar las líneas que trazó desde el segundo debate, la vinculación de Morena con el crimen organizado y la etiqueta a Sheinbaum de “narcocandidata” que el INE le prohibió utilizar por ser una calumnia. Puede seguir el ejemplo de López Obrador e ignorar al INE, que es muy rígido con los opositores y muy flexible con el presidente, para provocar a Sheinbaum, que no necesita ganar el último debate para mantener la ventaja en las encuestas públicas, sino contrarrestar, neutralizar, desviar y acusar al pasado. Ella, a diferencia de Gálvez, necesita solo administrar su ventaja, no jugarse el resto.