Ideas

El fiscal del Presidente

Difícilmente el estado de salud de un funcionario haya generado tanta intensidad y expectativas -incluidos el ex presidente Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador cuando era líder de Morena-, que el de Alejandro Gertz Manero. De la misma forma, no se recuerda la unanimidad de las opiniones deseándole buena salud, pero pidiéndole que renuncie a la Fiscalía General de la República. Razones sobran, por el uso faccioso del cargo para dirimir asuntos personales y los malos resultados de su gestión. Sin embargo, se mantiene sólido con el único que importa en un país no proclive a la rendición de cuentas, el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

López Obrador tiene viejos agradecimientos con él -por ejemplo, el apoyo para que su hijo mayor realizara su tesis y se titulara como abogado-, y otros más recientes que no tienen que ver con sus responsabilidades, por los servicios prestados desde otoño pasado por Gertz Manero, que ha ocupado partes importantes del vacío que dejó Julio Scherer cuando renunció a la Consejería Jurídica de la Presidencia y con quien libró una feroz batalla personal inconclusa, pero que se encuentra en un impasse por órdenes de López Obrador.

El fiscal se ha acomodado bien en la cercanía y complicidad con el Presidente, que la ha utilizado tanto para serle funcional en sus preocupaciones electorales, así como para desacreditar a funcionarios cercanos a él, con quienes tiene diferencias. Ha sido insistente en criticar a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, incluso por haber dado a conocer que se casaría con su vieja pareja, sugiriendo que el camino que siguió Peña Nieto le perjudicaba más que le diera beneficios, o a Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación para Derechos Humanos, por haberse enfrentado con el Ejército por el Caso Ayotzinapa.

Los comentarios sobre funcionarios y cercanos al Presidente han ido escalando hacia la construcción de un andamiaje más formal. Por iniciativa suya, de mayor relevancia por estratégica e ilegal, pero con la anuencia presidencial, Gertz Manero armó un sistema de espionaje político de precandidatos presidenciales de Morena -también vigila a 24 opositores, como se reveló en este espacio en octubre pasado-, cuyos reportes entrega de manera regular a López Obrador. El aparato de espionaje es paralelo a la estructura de la Fiscalía General y opera de forma autónoma, en oficinas de su propiedad en la Ciudad de México, y en un centro de acopio y análisis de información que se está instalando en Tabasco.

Pocos saben dentro del gabinete de esta operación de espionaje político-electoral, que opera como complemento de las tareas que realiza en este campo el Centro Nacional de Inteligencia, y que parecería, por la información que ha trascendido que, a diferencia del seguimiento de la oposición, en el caso de Sheinbaum, el canciller Marcelo Ebrard, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y el senador Ricardo Monreal, hay un trabajo más profundo y amplio.

Los reportes que entrega semanalmente al Presidente comenzaron por ir mostrando las alianzas que estaban construyendo los precandidatos. Uno de ellos detalló las negociaciones con gobernadores de Morena por parte de Sheinbaum y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, así como un compromiso concreto que había logrado el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, con el finado gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, que le motivó un extrañamiento al Mandatario.

Hubo otros informes más delicados que mostraban, a partir de intercepción de conversaciones telefónicas, una alianza táctica entre Sheinbaum y López para neutralizar a Ebrard, y los contactos de Ebrard con el Partido Verde -que ha seguido cultivando- y Movimiento Ciudadano. Sobre Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara Alta, informó en Palacio Nacional, hay expedientes de él y su hermano, el gobernador de Zacatecas, David Monreal, de presuntos nexos con organizaciones delincuenciales, con lo cual podrían neutralizar el senador.

El sistema de espionaje de Gertz Manero descubrió, según los reportes, relaciones personales del secretario López, que pudieran afectarlo en lo personal, así como operaciones inmobiliarias sospechosas del líder de Morena, Mario Delgado. La parte financiera ha sido una constante en los intereses de Gertz Manero, quien se comprometió a encontrar los empresarios que supuestamente están apoyando a Sheinbaum, y quiénes desde las sombras, están apoyando a Ebrard.

Hasta donde es posible saber, López Obrador no ha tomado ninguna acción específica sobre la información que le ha proporcionado, salvo el interés por conocer el origen de los posibles recursos que pueda estar recibiendo Ebrard, y una atención particular a las relaciones personales de López. Tampoco se ha notado un cambio en los apoyos públicos del Presidente hacia los tres precandidatos, o que la decisión de acercar a Monreal fuera consecuencia de los resultados del espionaje.

Lo que sí ha sido evidente, según funcionarios federales, es la creciente confianza del Presidente hacia el fiscal, a quien no sólo autorizó construir un aparato de espionaje paralelo al que tienen el Centro Nacional de Inteligencia y las Fuerzas Armadas, sino que operara al margen del conocimiento del gabinete. Este permiso también ha empoderado a Gertz Manero, que ha estado acumulando por meses información personal y política de los precandidatos de Morena a la Presidencia y de la oposición, que eventualmente, se puede conjeturar, pudiera utilizar para su propio beneficio con quien llegara a Palacio Nacional.

La salud del fiscal no es buena y ha habido síntomas de un deterioro desde diciembre, cuando estuvo en cama afectado por la influenza. Posteriormente viajó a Estados Unidos para una intervención en la columna, de la cual le ha costado recuperarse. El Presidente dijo ayer que se encontraba “muy bien” y trabajando desde su casa, lo cual es parcialmente cierto. Su salud en las últimas semanas, y en particular su estado en días recientes que tanto interés causó en la sociedad política, debe preocupar aún más al Presidente, que tiene en Gertz Manero un fiscal a modo con funcionalidad institucional y metaconstitucional, a la que ambos son tan proclives.

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