Ideas

Raúl Padilla López

A Trino, con invariable afecto

Aun cuando nos hemos acostumbrado a vivir en medio de la violencia generada por un ambiente de confrontación y miedo propiciado desde las más altas esferas del poder, no dejan de sorprendernos acontecimientos como el sucedido hace una semana. La especulación sobre el hecho nos impide ver con claridad las razones que subyacen en una decisión tan importante como privarse de la vida y, como suele suceder en estos casos, las opiniones gravitan más en torno de los efectos que producirá su ausencia que sobre la persona misma.

Raúl Padilla López fue un hombre excepcional. Envuelto desde su origen entre la tragedia y el protagonismo, su vida estuvo llena de claroscuros. Para sus amigos fue admirable; para sus detractores, no. Para nadie fue indiferente. Pragmático. Persuasivo. Claro en sus ideas y objetivos. Perseverante. Su vida fue como su obra: un espectáculo. Gustaba de las candilejas y del misterio. La FIL, el Festival Internacional de Cine, Papirolas y todo aquello que creó estaba enmarcado en una visión heliocéntrica. Luego, regresaba a la entre luz de su propia vida: decimonónico y postmoderno, representó, como nadie, al dogmatismo ilustrado.

Factótum de la Universidad y publirrelacionista extraordinario, colocó a Guadalajara en el centro de un evento de clase mundial, la Feria Internacional del Libro. Mientras era defendido por intelectuales, entre ellos prestigiosos escritores, era también satanizado por aquellos aspiracionistas deseosos de participar en el banquete. Ideológicamente ecléctico, fue capaz de mezclar a la “izquierda” con los más conspicuos representantes de la derecha. El tiempo borrará las huellas de su paso por este planeta porque ese es el destino de los seres humanos: sic transit gloria mundi. Sin embargo, hasta el último momento, fue un actor relevante en los escenarios de Jalisco y de México.

La vida, si no la llenas de cosas hermosas, va perdiendo sentido. No se puede vivir sin sueños, sin fantasías, sin retos. Cuando el amor, el maravilloso lubricante de las ilusiones y de la autoestima, se va, no queda nada. Es difícil entender, y más aún aceptar que en un hombre brillante, porque lo era, la vida pueda terminar así, en un acto de desesperación o desesperanza. Raúl se llevó consigo sus secretos a la tumba; sin embargo, en el contexto de nuestra máxima casa de estudios, su legado permanecerá como el de alguien que, entre muchos logros, consolidó una sucesión que elimina el riesgo de la diáspora y el conflicto interno.

Algunas lecciones que podemos obtener a partir de lo sucedido son: primera, sólo Cronos es eterno. Segunda, las instituciones, y la Universidad de Guadalajara lo es, trascienden a los hombres. Tercera y fundamental, porque la vida continúa, la buena política debe imponerse en el juego de los intereses: Jalisco necesita de todos, juntos valemos más. El futuro se alimenta del presente y la inacabada construcción de la sociedad exige la colaboración de todos sus integrantes y no acepta exclusiones. El gobernador Enrique Alfaro y el rector Ricardo Villanueva tienen la responsabilidad y el talento para hacer la tarea.

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