Racismo y un viaje espacial
El 30 de mayo, Elon Musk, el magnate de SpaceX, lanzó el primer cohete espacial privado, con astronautas abordo. Es el primer viaje de dos personas al espacio en más de 10 años, así como un paso muy importante en la alucinante idea de llevar “turistas” al espacio, y eventualmente desarrollar una colonia de seres humanos en Marte.
Pocos días antes, el mundo entero también fue testigo del brutal homicidio de George Floyd en Minneapolis, asfixiado por un policía que sostuvo su rodilla en el cuello de Floyd por más de ocho minutos. Este acto de violencia racista por parte de un policía blanco, quien además ya tenía un largo historial de abusos contra afroamericanos, ha desatado una ola de protestas a lo largo y ancho de los Estados Unidos. En muchas ciudades se ha declarado toque de queda, con la Guardia Nacional en las calles, y aún así las autoridades no han podido contener el justificado enojo de la sociedad.
¿Qué mayor contraste que este? El magnate sudafricano, nacionalizado estadounidense, de 49 años, cofundador de empresas emblemáticas del mundo globalizado de “Singularity University” como PayPal, OpenAI, Tesla, SolarCity, entre otras y cuya fortuna rebasa los 43 mil millones de dólares, lanza la primer misión espacial privada. Musk y su mirada al futuro.
Por el otro, el pasado que no podemos superar; decenas de miles de ciudadanos protestando contra el racismo que sigue a flor de piel en la derecha estadounidense, a pesar de ser una lucha social de generaciones, y a 52 años del asesinato de Martin Luther King. El porcentaje altísimo de muertes de negros en EU por la pandemia también ha evidenciado la pobreza, el hacinamiento y la falta de servicios de salud que esta población sufre. El asesinato de Floyd ha desatado que miles de afroamericanos y algunos blancos reclamen contra un sistema político que no ha sabido resolver las demandas de equidad y justicia.
El COVID-19 ha exacerbado y evidenciado aún más las inequidades de nuestras sociedades. El confinamiento de unas muy pocas familias en casas de campo o de la playa, mientras la inmensa mayoría de la sociedad tiene que encerrarse en pocos metros cuadrados, soportando una existencia que ha incrementado la violencia familiar y el abuso de mujeres.
En el mundo post COVID-19 habrá que trabajar con mucho mejores resultados para redefinir nuestro sistema económico, político y social y aplanar la curva de las inequidades.