Quejas teatreras
1. Una lectura del teatro propone que la suma de ciertos elementos estructurales —carácter, lenguaje, anécdota — produce un fenómeno bautizado como tono: la perspectiva singular que tiene una puesta en escena; si tal obra es congruente con sus propias reglas y aspiraciones, todos los elementos parecen en el mismo tono. Bien: el montaje de “Lot, la ciudad devastada”, que La Guarida Teatro presentó durante mayo, siendo tan atractivo, peca de desequilibrios estructurales que se notan justo allí, en el tono. Hay personajes que parecen trabajados para un melodrama mientras otros persiguen la tragedia; la retórica elevada del texto no supera problemas de acústica; el ritmo de la historia es inestable. “Lot”, sin embargo, llama la atención: tiene un elenco de lo más atractivo y consigue aciertos; por ejemplo, presentar con dignidad e interés a un personaje tan susceptible al ridículo como el de “Chiquita”, una niña con parálisis, es un logro no solo de la joven Estefanía Rodríguez, sino también de su director, Mario Iván Cervantes.
2. La yucateca Conchi León escribe desde una posición de honestidad que ratifica la fe en el teatro. Por eso se antoja tan difícil presentar un montaje sobre un texto suyo que no emocione al espectador. “De niños peces y otros monstruos lunáticos”, obra puesta por A Domicilio Teatro con dirección de Mely Rodríguez, emociona mucho. Presenta a dos primos que, ya adultos, recuerdan un suceso de sus infancias y reviven el pasado ante el espectador: vidas de niños que son tan estridentes, irrefrenables y exageradas como alegres y amorosas. Es un placer ver el espectáculo cuando hay niños en el público (fue parte del Programa Nacional de Teatro Escolar), y un gusto ver el respeto con que una actriz como Andrea Belén Sánsa dialoga con ellos. En todo caso habría que cuestionar si la estridencia, la falta de freno y la exageración deben trasladarse al montaje: el grito y el exceso, ¿permiten representar mejor la infancia? ¿No cabe un poquito de descanso en medio del agotador despliegue de estímulos en el escenario? La fortuna es que al final la estridencia no se come lo más importante: la alegría y el amor de la historia.
3. Sin que sea irreprochable ni infalible, “Viaje de tres” es un trabajo que se queda en la memoria de cualquier espectador de teatro tapatío. Ronda seis años de vida, y es probable que no haya habido, en Guadalajara, otro montaje contemporáneo así de afortunado. ¿Cuál sería? ¿Cuál mencionaríamos si alguien, fuera de acá, nos preguntara: “Y cuál es una obra de veras memorable de tu ciudad en estos últimos seis años”?
4. Que los teatreros sean felices con el ISPA y consigan geniales horizontes para su trabajo; necesitamos profesionales capacitados, bien pagados y valorados en el mundo. ¿Cuál es la queja aquí? Ninguna. En todo caso, el chairo recordatorio para ellos de que hay teatro más allá del ISPA y que su última frontera no está en este congreso internacional, sino acá, en nuestro ranchito tapatío, donde los ciudadanos necesitamos su arte tan local.
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