Que nos gobiernen los mejores seres humanos
Parece un ideal inalcanzable, y por eso es más bien una utopía. Porque en realidad, acaba siendo muy difícil determinar quiénes son los mejores hombres.
Platón, en su libro “La República”, sugiere que gobiernen los más capaces. En una sociedad ideal, los guardianes del bien son quienes pueden cuidar del bien común. Ellos, los mejores, son los únicos que pueden votar y ocupar los cargos públicos.
El pueblo inculto e ignorante no debería ni votar ni tener acceso al poder.
Por ello, no es muy bien vista esta propuesta de Platón entre los actuales promotores de la democracia. Y tan es así que muchos de los funcionarios y políticos que nos gobiernan no son, por mucho, personas capaces y cultas. Suelen ser los que poseen grandes ambiciones de poder y están dispuestos a hacer lo que sea con tal de conseguirlo.
Definir quiénes son las mejores personas de una sociedad para gobernar resulta una tarea más compleja de lo que parece. Y, sobre todo, se puede caer en una injusticia al desechar a alguien por deficiencias ya sea físicas, intelectuales o del conocimiento y cualidades para gobernar.
Sin embargo, el tema que propone Platón desde hace ya tantos siglos no es una idea tan descabellada, máxime que hoy en día tenemos mejores instrumentos para evaluar la capacidad y el talento de una persona; pero sobre todo, sus intenciones, honestidad y salud mental.
Lo que sí, tampoco es garantía de que los “mejores seres humanos”, al tener el poder en sus manos, gobiernen de una manera correcta, justa y benevolente. Simplemente porque el poder embriaga y puede ocasionar múltiples trastornos y marear a quienes han sido los mejores, y pronto convertirse en los peores. Y como esto ha sucedido a lo largo de la historia, no es extraño que el fenómeno se repita.
Pero bien podemos encontrar un término medio, en que no sean los mejores, pero sobre todo no los peores. Porque estos últimos abundan, dado que tienen la capacidad de disfrazarse de lindos corderitos y, en su momento, mostrar las fauces de lobo y hacer dagas por doquier.
Al menos podemos aceptar que es difícil que nos gobiernen los mejores, porque es una utopía. Pero tampoco los peores, porque entonces es un desastre.
En el término medio está la virtud. ¿Los habrá?