Que la nación se los demande…
¿México nada entre ríos de sangre? ¿La relación diplomática con Estados Unidos pende de un hilo? ¿Cómo anda el Metro en la Ciudad de México? A quién le importa: ya nomás falta UN AÑO para la elección, así que a aventar todos los papeles al suelo.
En tiempo récord, y al ritmo que impuso el nuevo eterno suspirante por la Presidencia, el carnal Marcelo Ebrard, el Gobierno de México como institución se quedó sin secretario de Gobernación y sin canciller… ¡en una semana!
En la Ciudad de México se les fue la jefa de Gobierno y, por si a alguien le interesaba, un senador, un diputado federal y un colado también dijeron adiós.
¿La razón? Simple: nada es más importante que la elección que se realizará en 2024.
Morena, el partido del profeta López Obrador, está que arde en deseos de hincarle el diente a todo Estado y municipio que se deje. Y por supuesto que no va a descuidar el primer cargo de elección popular que, tres elecciones después, al fin ganó The Chosen One.
Imagínate el tamaño y sabor del pastel que hay dentro de este bote agujereado que se llama México, que tres de las personas con mayor jerarquía en la estructura pública del país decidieron renunciar a sus poderosísimos puestos para dedicarle el tiempo que sea necesario hasta que le puedan dar una mordida.
Y protestar. Y entrar a los libros de texto. Y experimentar con un país que de plano no puede salir de ese hoyo lúgubre de muerte y desaparición.
De eso se trata: de una aspiración personal. Porque si hay seis personas públicas de la misma corriente que dejarán de percibir su sueldo durante meses (jé) para pelear por el mismo puesto, ¿con qué cara nos venden la idea de unidad, de cierre de filas o de un proyecto de nación?
Desde ya, la selección de perfiles se advierte como un absurdo. Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Manuel Velasco y Gerardo Fernández Noroña se registraron como aspirantes a la candidatura durante esta semana, y ya les prohibieron irse a dar vueltas a los medios “fifís”.
Para ella y para ellos, queda estrictamente prohibido entrar a cualquier periodicucho, contestarle el WhatsApp a quien sea que se apellide Loret o hacerle muecas a Lord Molécula. En Morena se alinean o hay tabla.
Y sobre el dinero que se gasten en sus eventos de autopromoción ni se preocupen, porque hasta el momento no hay claridad respecto a quién le pertenece la alcancía que se va a romper para que los seis puedan darse sus recorridos por la Ruta de las Gorditas y el Sendero del Puchero de Res.
Porque ni modo que gasten de su guardadito en el banco. Eso sí que no. Hay que rascarle todo lo rascable a la Regeneración Nacional.
El nivel de cinismo es grave, porque tampoco hay un gran legado qué presumir por parte de cualquiera de los suspirantes como para darse el lujo de salirse unos meses de la oficina hasta que los bateen, elijan a quien el Presidente quiere y, eventualmente, vuelvan al cobijo de la nómina federal.
Porque, claro, los seis tienen asegurado su futuro político y económico. Todos volverán a vivir del erario una vez que les truenen la burbuja de convertirse en presidenciables, una burbuja que, a la distancia, y si los votantes los tratan bonito, les permitirá otro puesto de primer nivel en un Gobierno cuatrotransformado… pero repleto de familias destruidas por la violencia.
Y justo por eso, porque su aspiración por ganar una elección está muy por encima de gobernar en beneficio de los mexicanos: que la nación se los demande.
isaac.deloza@informador.com.mx