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¿Qué hacemos con los puertos?

Los puertos son, como su nombre lo dice, las puertas de la casa. Están hechos para recibir y para salir. Por ellos entra y sale todo, lo que exportamos y lo que importamos, legal e ilegalmente. Una de las consecuencias del Tratado de Libre Comercio fue el crecimiento de los puertos que se convirtieron en grandes centros de operación económica y también por supuesto del crimen organizado.

Las historias de lo que pasa en los puertos mexicanos es de terror, pero no es distinta a la de otros países. No hay serie de televisión sobre Los Ángeles o Nueva York que no tenga por lo menos una escena de crimen organizado en el puerto de turno. Los puertos son cruciales para la economía y también para el crimen organizado, que no es otra cosa que economía ilegal. Sabemos, por trabajos periodísticos, que a través de los puertos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas, que son los grandes en el Pacífico, entra la efedrina y otros precursores químicos para las drogas sintéticas que se procesan en Jalisco y Michoacán, y también sabemos que por ellos salen los autos robados por las mafias, algo que cuesta trabajo imaginar que no sea detectado por las autoridades, porque un coche no es tan fácil de esconder, lo cual significa que hay una corrupción terrible en el manejo de la entrada y salida de mercancía. En Veracruz en pleno malecón venden productos de contrabando que, presumen, están recién bajados de los barcos, sin que ninguna autoridad se inmute. Una parte importante de la violencia en Veracruz, Tamaulipas, Michoacán y Colima tiene que ver con los puertos. Controlarlos es para el crimen organizado tan importante como tener asegurados los cruces fronterizos del norte.

Lo que no puede hacer el gobierno de López Obrador es dejar las cosas como están y es de celebrar que tomen cartas en el asunto para resolver un problema que es tan evidente como desdeñado. La pregunta es si la respuesta pasa por la militarización. Pareciera que ésta es la única canción que se sabe, lo único que se le ocurre al presidente frente a cualquier problema que lo rebasa. Entregarle la administración portuaria a la Secretaría de Marina puede ser un error gravísimo. Una cosa es encargarles la seguridad que, estirando un poco la liga, podríamos decir que sí es el ámbito de su competencia y otra es entregarles la administración, pues eso implica no solo que pueda entorpecerse el comercio internacional, sino que la Marina, hoy por hoy el cuerpo más confiable en materia de seguridad, termine embarrada en temas de malos manejos o incluso corrupción.

El debate que se dará en la Cámara de Diputados en los próximos días es fundamental para resolver este tema. Pensar que la única solución para todo es militarizar la vida púbica (por favor diputados evitemos los eufemismos) no puede llevar a derroteros indeseados.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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