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Por un campo justo, salario mínimo para jornaleros

Toda forma de explotación laboral es terrible, pero dentro de éstas hay algunas que son mayores, entre otras cosas porque no las vemos. En las ciudades las organizaciones sociales, los medios, los políticos y las buenas conciencias solemos poner el grito en el cielo cuando conocemos de algún abuso, incluso por el maltrato animal, pero sólo volteamos a ver el campo cuando se trata de un escándalo mayúsculo. Pareciera que preferimos no enterarnos de la cadena de explotación que hay detrás de los alimentos que llegan a nuestras mesas, no nos vayan a caer mal.

La mayoría de los campesinos o trabajadores agrícolas están en la zona de pobreza. Sí, quienes producen los alimentos no tienen acceso a ellos, por patético que parezca. Pero dentro de estos hay un grupo aún más vulnerable, que son los jornaleros agrícolas, tres millones de personas, familias enteras que ante la falta de trabajo en sus comunidades migran de un campo a otro, de sur a norte, para contratarse en los campos de producción intensiva para recolectar alimentos en condiciones de esclavitud: ahí se permite el trabajo infantil, los trabajadores están fuera de cualquier esquema de derechos laborales y viven en el hacinamiento más precario e insalubre con terribles consecuencias para todos, especialmente las niñas y las jóvenes. De tiempo en tiempo diversos medios hemos publicado reportajes sobre diversos tipos de abusos, desde las fumigaciones indiscriminadas en campos de tabaco hechas sobre los trabajadores agrícolas que terminaron sus días enfermos de cáncer, hasta niños jornaleros explotados en campos tomateros o mujeres abusadas y viviendo en barracas sin condiciones mínimas de salubridad, etcétera. El escándalo, por fuerte que fuera, duró unos pocos días, pero nunca se convirtió en política pública.

Solemos poner el grito en el cielo cuando conocemos de algún abuso, pero sólo volteamos a ver el campo cuando se trata de un escándalo mayúsculo

Esta semana un grupo de agrupaciones de jornaleros y organizaciones civiles agrupadas en la “Alianza por un Campo Justo, por los derechos de las familias y personas jornaleras” hará un planteamiento formal a la Secretaría del Trabajo y a la Comisión Nacional de Salarios Mínimos para que se establezca un salario profesional para este tipo de trabajo que suele pagarse mal y a destajo.

Hay otras batallas no menos importantes que dar, como que se reconozca que los niños jornaleros, aún en su calidad de migrantes, tienen derecho a la educación, que se revisen las condiciones de salubridad en las que son hospedados en los campos agrícolas, que tengan servicios de salud, etcétera. Si todo sale bien, el salario mínimo para jornaleros deberá ser autorizado esta semana, pero es sólo un primer paso en la búsqueda del reconocimiento integral de los derechos laborales y sociales de estas familias nómadas que han sido históricamente segregadas e invisibilizadas.

diego.petersen@informador.com.mx

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