¿Por qué triunfó la izquierda en Chile?
Gabriel Boric es el joven presidente electo de Chile, luego de derrotar en la segunda vuelta a su oponente conservador por más de 12 puntos de ventaja. Fue la elección más importante para aquella nación desde el regreso a la democracia en 1990, por el significado político de una contienda que enfrentó no solamente a ideologías y partidos, sino a distintas formas de asumir las nuevas cuestiones públicas.
Es muy significativo que en Chile habrá una Convención Constitucional, con miembros recién electos, que redactará una nueva carta fundamental, que reestructurará el sistema político chileno dotándolo de una nueva identidad, en la que el presidente de 35 años tendrá un papel determinante.
Como en la mayor parte de los países de América Latina, la agenda política se ha reconfigurado dramáticamente en los últimos años introduciendo tres grupos de temas que son ahora factores determinantes de las decisiones electorales en la región: En primer lugar destacan los asuntos relacionados con la migración; el país sudamericano se ha convertido en una nación receptora de migrantes: más de 7% de su población, es decir, más de un millón y medio de personas, son inmigrantes, sobre todo de Venezuela, Perú, Haití y Colombia; En ese sentido la definición de una política abierta que respete los derechos fundamentales de estas personas, se convirtió en asunto central para la definición política.
En segundo lugar están los temas vinculados a la movilización de las minorías de los pueblos originarios, entre los que destacan los Mapuches que representan casi 10% de la población, quienes reclaman airadamente el control de la tierra y los recursos naturales; abriendo un debate respecto a los criterios de inclusión real de estos grupos en la sociedad que puso de relieve las tendencias racistas que han sido determinantes electorales.
Y en tercer lugar están los temas relacionados con las normas de género y los derechos de las mujeres, la legalización del aborto y la normalización del matrimonio de personas del mismo sexo, recientemente aprobadas, que fueron respaldadas tanto por los sectores progresistas, como por una juventud que se identificó con un candidato proveniente de las protestas estudiantiles.
Que supo defender el apoyo económico y la protección a los migrantes, pugnando por aumentar el gasto público en esa dirección. Respaldó a los indígenas que ganaron terreno en la representación política con una mujer Mapuche la presidenta de la Asamblea Constituyente, que tuvo como bandera la inclusión. Y respaldó las posturas en favor de la igualdad de género en una sociedad que ha sido dominada por los criterios conservadores durante décadas.
El gobierno saliente y el candidato derrotado sostuvieron posturas en contra de la inmigración, concebían a los indígenas como un grupo de “otros” y sostuvieron una política para conservar las ventajas económicas obtenidas durante las décadas de crecimiento en favor de grupos tradicionales. Y finalmente consideraron que la llamada ideología de género era una amenaza a la “naturaleza” de la familia, con el respaldo de la iglesia católica. Para no mencionar la importancia que tuvieron las discusiones respecto a los criterios raciales que consideraban que entre más blanca es la piel, hay una mejor “calidad” de las personas y, por ende, las personas de piel de color constituyen minorías que amenazan la estabilidad.
La elección en Chile se enmarcó en un proceso de oscilación política en el continente, en donde los temas migratorios, trato a las minorías raciales, como la inclusión e igualdad juegan y jugarán un papel determinante. Las fuerzas políticas de otras naciones de la región observan sorprendidos la experiencia chilena, considerando que estos mismos temas están dentro de su agenda, como el caso de Colombia, en donde el presidente trata de desmarcarse de la extrema derecha, o en Brasil en donde Bolsonaro pierde popularidad encharcado en discursos radicales de derecha.
Estos temas son comunes en toda la región latinoamericana, donde las sociedades debaten cambios de criterios que, en muchas ocasiones, arrinconan a los sectores más conservadores, que ante el avance de una juventud más liberal, ve cómo el discurso del miedo al cambio pierde efectividad. El triunfo de Gabriel Boric se decidió precisamente en el trato que se dio a estos temas, que forman parte, por supuesto, de la agenda política en México, y que seguramente serán también determinantes en el futuro.