¿Por qué los mexicanos deberíamos trabajar menos?
¿De verdad trabajar más nos hace más productivos? Pertenecemos a una época que asume que trabajar más de 60 horas a la semana es una de las claves del éxito, además de una forma segura de no ser etiquetados como flojos. Quizá estemos equivocados. Charles Darwin no trabajaba más de cinco horas diarias y se las ingenió para escribir 19 libros, incluyendo El origen de las especies, que cambió la historia de la ciencia. Charles Dickens tenía una rutina estricta de trabajo, de 9 de la mañana a 2 de la tarde, con una pausa para almorzar y así pudo escribir decenas de grandes novelas. Henri Poincaré, un genio matemático francés del siglo XIX, escribió 30 librosy alrededor de 500 papers, con una disciplina que limitaba el trabajo a cuatro horas diarias.
Los hábitos de trabajo de Darwin y Poincaré son descritos en detalle por Alex Soojung-Kim Pang, un consultor de Silicon Valley que escribió un libro que merece muchos lectores en México, uno de los países en los que más se trabaja en el mundo, pero en el que también domina la improductividad. En México, un trabajador labora en promedio dos mil 258 horas al año, 66% más que los alemanes y 25% más que los españoles. Aquí se trabaja más que en otros países, pero se produce mucho menos. ¿Es necesario agregar que eso genera uno de los peores balances entre vida y trabajo en el mundo?
Why you get more done when you work less se titula el libro de Soojung-Kim Pang, algo así como Por qué consigues más cuando trabajas menos. Para justificar ese título, el autor describe los hábitos de algunos gigantes del pensamiento. Charles Darwin se levantaba a las 8 de la mañana y trabajaba una hora y media. A las 9:30, se detenía para leer su correspondencia y escribir algunas cartas. A las 10:30, Darwin volvía a trabajar, algunas veces en su aviario o en su invernadero. Alrededor de las 12, se sentaba a descansar y se preparaba para almorzar. Luego venían la siesta, una caminata y de regreso a la casa, alrededor de las 3 de la tarde, más lecturas de correspondencia. Por la tarde-noche, tenía otra racha de trabajo de 90 minutos, para cerrar el día con algo de vida familiar o la atención de algunos invitados. En total, alrededor de cuatro horas y media diarias, divididas en tres lapsos de 90 minutos.
¿Era Darwin un holgazán? Alex Soojung nos hace pensar que sí, pero piensa en ello como una virtud. Darwin era extremadamente productivo precisamente porque también era un poco flojo, no a pesar de ello. Encontró en su rutina la manera de mezclar el trabajo y el descanso, de una manera que lo hacía más listo, más creativo y, con toda probabilidad, más feliz.
Aquí cabe una advertencia, queridos lectores. La forma de vida-trabajo de Darwin no es replicable para la inmensa mayoría de nosotros. Él era rico, un genio y gozaba de las ventajas de ser un aristócrata inglés del siglo XIX.
Entonces, ¿qué nos queda? La necesidad de encontrar un balance entre vida y trabajo. Infinidad de investigaciones han dejado claro que las jornadas mayores a ocho horas no incrementan la productividad, sino que casi siempre la perjudican. La repetición de las hora extra (pagadas o no) produce un cuadro en donde predominan la dificultad para concentrarse, la propensión a los errores y un mayor riesgo de enfermedades. El truco no es trabajar más, sino mejor. Ya lo sabía Darwin.