Ideas

Por qué la “candidatura” de López-Gatell

Se dice que Hugo López-Gatell brincó de la administración pública a la campaña morenista porque va a necesitar fuero después de que termine el sexenio del desabasto de medicinas y la pandemia. Es posible, pero aventuro otra explicación.

Con el fervor de un cruzado, el ex subsecretario se ha puesto en la primera fila de una defensa mediática de López Obrador. Cuándo se convirtió en eso quien feliz cobraba en la administración pública en pasados sexenios, quizá solo él lo sepa. 

Lo relevante es el cómo lleva a cabo su nueva tarea: sin dejar sus utensilios habituales -el expertise en epidemiología, su antiimperialismo del paladar y su chamba en el sector salud- emplea su resbalosa verborrea para denostar a los medios de comunicación. Ellos, antes que la oposición, son su objetivo. 

En la entrevista de la semana pasada de René Delgado en El Financiero TV el ecuánime periodista tuvo que poner un par de hasta aquí al otrora funcionario público, hecho que le ha ganado críticas al entrevistador; otros vemos que tuvo aguante, temple y mando, como decían los taurinos.

La cuestión es que casi todo aquel que entrevista a López-Gatell busca información. Preguntar y obtener respuestas para poner a disposición de la ciudadanía, en este caso, explicaciones del cambio de rumbo en la biografía del conocido médico y sobre su desempeño. Él, en cambio, quiere otra cosa.

López-Gatell asiste al set televisivo o radiofónico no para responder, ni siquiera para debatir. Lo suyo es descalificar a la prensa, denostar al interlocutor o interlocutora, para empezar, a quien por principio agrupa en un “ustedes” los medios de manipulación masiva que militan contra el Gobierno. 

La entrevista nunca tiene lugar realmente. Porque al entrevistado le dan igual los cuestionamientos. Él no tiene contestaciones, sino consignas. Utiliza una supuesta autoridad acreditada para, sin escatimar condescendencia, sermonear al entrevistador, a quien, acusa de servir a aviesos intereses. 

Las campañas suelen constituir una ventana temporal en la que la prensa tiene la oportunidad de cuestionar a políticos y funcionarios que fuera de procesos electorales administran o anulan su apertura hacia los medios. Es un valor entendido por ambas partes. 

Y hablando de entrevistas, las hay de todo tipo y no necesariamente las de preguntas rudas o ríspidas son las que mejor resultan. Claro, si se trata de show, un agarrón será premiado como eso, como un espectáculo y pasto para las redes sociales que, sin embargo, de poco habrá servido a la ciudadanía.

López-Gatell figura en una rama del lopezobradorismo que se cree impelida a poner en “su lugar” a los periodistas que no formen parte del movimiento actualmente en el poder. Lo hace convencido de que una amenaza se cierne sobre Morena y que él puede atajarla. Súper Hugo.

Con fervor se dedicará en cada espacio que le abran no a convencer o argumentar, sino a lucirse para que los duros del movimiento le premien por su labor de “sacrificio” al prestarse en este momento de elección a defender al Presidente y a su Gobierno (es un decir) de esos canallas de la prensa.

Así las entrevistas son un desperdicio pues una persona que no es tonta termina por solo repetir frases hechas. Su agenda contra el tabaquismo o los alimentos chatarra avanzaría más si simplemente contestara.

Y flaco favor le hace a Claudia Sheinbaum, que promete abrir espacios y puentes a quienes se alejaron del movimiento. Su oferta quedará en entredicho mientras en Morena se premie a gente como López-Gatell, que sobre todo pretende la moshización del debate público.

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