Ponerle nombre al error en vez de reconocerlo
Confusión y reactivación económica en corredores comerciales de Guadalajara
La Fase Cero en Jalisco, que era sólo para la «preparación» de protocolos sanitarios (nos regañaron por entender lo contrario), se convirtió, ahora sí, en una fase de reapertura económica en la que cientos de negocios preparados no reabrieron.
No reabrieron porque la autoridad los preparó mal: olvidó aclararles que los corredores comerciales y plazas, Obregón, San Juan de Dios, la calle Pedro Loza, se mantienen cerrados en esta Fase Cero (arbitrariamente de preparación o reapertura, según convenga).
Los comerciantes se sintieron engañados. El último mensaje del gobernador, la víspera, enfatizó: «Para dejarlo más claro: podrán abrir sólo quienes tengan su distintivo». Y la autoridad entregó esos distintivos en corredores comerciales de Obregón, San Juan de Dios y Pedro Loza.
La lógica del comerciante es sencilla: tengo distintivo, entonces abro como dijo el gobernador. El deslinde de la autoridad municipal repitió la fórmula estatal: sí les avisamos, pero no pusieron atención al mensaje del gobernador.
Si uno revisa el maremagnum de conferencias, micrositios, declaraciones del mandatario, mensajes de los municipios en redes sociales y medios, puede sentirse afortunado si encuentra esta indicación en el micrositio de la Fase Cero para Jalisco:
«No podrán iniciar la implementación de protocolos en esta fase los comercios que por las características de su operación generan aglomeración tales como las plazas comerciales, centros y corredores comerciales de ropa, calzado, tecnología y accesorios, entre otros».
En estricto sentido, estos negocios en corredores ni siquiera debieron prepararse. Pero consiguieron hasta distintivo. Sólo se puede extraer una conclusión: impera el caos en materia de comunicación por parte del gobierno estatal sobre la Fase Cero.
Alejandro Guzmán Larralde, coordinador del gabinete económico, habló de una «Fase Cero Bis» en una entrevista. Por fortuna, esta idea nociva quedó en una declaración, pero retrata una política de comunicación en el gobierno: en vez de reconocer un error, le ponen nombre.
Nombrar un error en vez de reconocerlo es una huída hacia adelante. George Orwell decía, en medio de la zozobra informativa de la segunda guerra mundial, que cualquier cosa se puede afirmar o desmentir cuando reina la confusión y la incertidumbre.
Pongo un ejemplo. Hace poco un colega transfirió por error dinero a una cuenta bancaria equivocada. Aceptó su error y actuó en consecuencia para enmendarlo. Habló al banco, trató de contactar al destinatario del depósito y tras una semana recuperó el dinero.
En la política de comunicación del gobierno ese error sería planteado como una «Prueba de Estrés Financiero para el Fortalecimiento Mental en Transacciones Bancarias Riesgosas». El lenguaje que oculta un error es dañino. Pero el que lo sustituye con un nombre es perverso.
La tarea del comunicador social no es salir airoso del campo minado de la comunicación mediática sino aterrizar, despejar y poner en perspectiva acciones de gobierno que entienda cualquier ciudadano.
La propaganda influye; la comunicación social aclara.
Y la hoja de ruta a futuro no es muy distinta. ¿Qué sigue de la Fase Cero? ¿Cuántas habrá? ¿Qué implica cada una? Este recorrido, al menos tentativo, nadie lo tiene claro. Si tampoco lo tiene el gobierno, compartir esa falta de claridad sería también un acto de buen gobierno.
En gestión pública (sobre todo en medio de una pandemia), el político que nunca se equivoca, al final pierde. Y con él perdemos todos.