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Polvos de La Mancha XXI

Esta invitación para leer el Quijote es mañosa, lo reconozco, porque simplemente estoy tomando el lugar de la duquesa en la obra, quien con gran inteligencia eligió para charla al escudero o, si se quiere, la simplicidad de Sancho y como ella “le hizo sentar junto a sí en una silla baja, aunque Sancho, de puro bien criado, no quería sentarse; pero la duquesa le dijo que se sentase como gobernador y hablase como escudero”, de la misma manera imitaremos la gran inteligencia de la duquesa y gocemos la charla con Panza.

Porque ella sabía perfectamente que “el buen Sancho nunca vio a Dulcinea, digo, a la señora Dulcinea del Toboso, ni le llevó la carta del señor don Quijote, porque se quedó en el libro de memoria en Sierra Morena, cómo se atrevió a fingir la respuesta”. Sancho, sorprendido, busca si esas afirmaciones lo pueden perjudicar, recorre con cuidado la sala, pero no encuentra nadie que justifique su desconfianza y cede ante la charla íntima, y más con quien ya conoce la verdad de sus acciones.

“Ahora, señora mía, que he visto que no nos escucha nadie de solapa, fuera de los circunstantes, sin temor ni sobresalto responderé a lo que se me ha preguntado y a todo aquello que se me preguntare. Y lo primero que digo es que yo tengo a mi señor don Quijote por loco rematado, puesto que algunas veces dice cosas que a mi parecer, y aun de todos aquellos que le escuchan, son tan discretas y por tan buen carril encaminadas, que el mesmo Satanás no las podría decir mejores; pero, con todo esto, verdaderamente y sin escrúpulo a mí se me ha asentado que es un mentecato”.

Gocemos con el espíritu burlesco de la duquesa, que divertida por las singularidades del caballero y la simplicidad del escudero las toma en plenitud y de ellas participa, como lo podremos hacer los lectores de nuevo cuño o de antiguo, porque sin duda cada relectura que intentemos nos traerá un gozo nuevo, que me lleva a visiones de lo ahí narrado y acompañemos a la señora al razonar que “de lo que el buen Sancho me ha contado me anda brincando un escrúpulo en el alma, y un cierto susurro llega a mis oídos, que me dice: ‘Pues don Quijote de la Mancha es loco, menguado y mentecato, y Sancho Panza su escudero lo conoce, y, con todo eso, le sirve y le sigue y va atenido a las vanas promesas suyas, sin duda alguna debe de ser él más loco y tonto que su amo; y siendo esto así, como lo es, mal contado te será, señora duquesa, si al tal Sancho Panza le das ínsula que gobierne, porque el que no sabe gobernarse a sí ¿cómo sabrá gobernar a otros?’”.

Con esto, el escudero quedaba excluido de su ambición y tiene que explicarse reconociendo que si fuera discreto no andaría en esos menesteres, pero ahí lo lleva el destino hasta llegar a esa igualdad que nos da la muerte y el escudero, con sus dichos, justificó lo que considero cierto: que en el gobierno todos son iguales.

Una gran charla de la que podemos ser participantes.

@enrigue_zuloaga

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