Polvos de La Mancha XVI
Y qué les parece el siguiente episodio en que, solucionado el inesperado incidente de los requesones en el yelmo el Caballero de la Triste Figura, se declara listo para enfrentar lo que sea en ese mundo, en que el desafío es materia permanente, y después de alistarse y alistar sus armas, como buen caballero andante dijo: “Ahora venga lo que viniere, que aquí estoy con ánimo de tomarme con el mesmo Satanás en persona”.
Acercado al carro en el que venían dos personas, les preguntó a dónde iban, qué llevaban en el carro y qué significaban las banderas, lo que ya le había aclarado antes el Caballero del Verde Gabán. A lo que el carretero respondió:
“-El carro es mío; lo que va en él son dos bravos leones enjaulados, que el general de Orán envía a la corte, presentados a Su Majestad; las banderas son del rey nuestro Señor, en señal que aquí va cosa suya.
-¿Y son grandes los leones? -preguntó don Quijote.
-Tan grandes -respondió el hombre que iba a la puerta del carro-, que no han pasado mayores, ni tan grandes, de África a España jamás”.
Los leones son casi una necesidad en las aventuras caballerescas, ya que el hecho de que el caballero los venza implica su valor. Así, diversos comentaristas del texto cervantino citan como ejemplos a Palmerín de Oliva, a El Primaleón, a Belianís de Grecia y otros, Amadís de Gaula entre ellos, tan sólo que Cervantes puso a nuestro héroe en el caricaturesco incidente de los requesones. Orán tenía poco de haber sido conquistado.
Los del carro advierten que los leones van hambrientos y requieren llegar para darles de comer; nuestro caballero, crecido porque hacía poco había vencido al Caballero de los espejos, exclamó:
“¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos, y a tales horas? Pues ¡por Dios que han de ver estos señores que acá los envían si soy yo hombre que se espanta con leones!”.
Se alejaron los otros de la jaula y “abrió de par en par la primera jaula donde estaba. Como se ha dicho el león, el cual pareció de grandeza extraordinaria y de espantable y fea catadura. Lo primero que hizo fue revolverse en la jaula donde venía echado y tender la garra y desperezarse todo; abrió luego la boca y bostezó muy despacio, y con casi dos palmos de lengua que sacó fuera se despolvoreó los ojos y se lavó el rostro. Hecho esto, sacó la cabeza fuera de la jaula y miró a todas partes con los ojos hechos brasas, vista y ademán para poner espanto a la misma temeridad. Solo don Quijote lo miraba atentamente”.
El león volvió a meterse a la jaula y don Quijote deseaba irritarlo, a lo que el leonero lo convenció de que nadie está obligado a más de desafiar y él lo había hecho.
Y mandó decir que “si acaso Su Majestad preguntare quién lo hizo direisle que el Caballero de los Leones”, que sería su nuevo nombre.
Sin duda fue el máximo episodio caballeresco de nuestro héroe.
@enrigue_zuloaga