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Polvos de La Mancha XIX

A mi juicio, una de las partes más divertidas del Quijote es su relación con los duques donde por fin, si usted quiere por el carácter burlesco de los mismos, es tratado en plenitud como lo que era: como caballero andante.

Después de la aventura del barco encantado, empresa a la que renunció -válidamente, conforme a los usos existentes en las leyes de caballería y narrada en el mismo texto (I, 43) y otros libros de caballería- por tener exagerado riesgo, pero hay que decir que el señor iba triste, ya que “teniéndolos por locos les dejaron” y “Sancho, a quien llegaba al alma llegar al caudal de dinero, pareciéndole que todo lo que dél se quitaba era quitárselo a él de las niñas de sus ojos” y así, una tarde al salir de una selva, nuestro señor don Quijote “vio una gallarda señora sobre un parafrén o hacanea blanquísima” con un azor en la mano izquierda, con lo que supo se trataba de cazadores de altanería, razón por la que concluyó se trataba de alguna gran señora; recordemos que hacía poco había visto a su dama encantada y convertida en vulgar labradora por acciones de sus enemigos, que así se encarnizaban con lo que él amaba, ya que sólo él la veía así, Sancho en cambio la veía en plenitud.

“Sancho, a quien llegaba al alma llegar al caudal de dinero, pareciéndole que todo lo que dél se quitaba era quitárselo a él de las niñas de sus ojos”

Gozoso por lo que miraba, ordenó al escudero: “Corre, hijo Sancho, y di a aquella señora del parafrén y del azor que yo, el Caballero de los Leones, besa las manos a su gran fermosura y que si su grandeza me da licencia, se las iré a besar y a servirla en cuanto mis fuerzas pudieren y su alteza me mandare”. Sancho, acelerando el paso a su rucio, llegó y puesto de rodillas cumplió dando el mensaje que le había ordenado su amo y la señora, reconociendo la fidelidad en la embajada, le ordenó: “Levantaos del suelo, que escudero de tan gran caballero como es el de la Triste Figura, de quien ya tenemos acá mucha noticia no es justo que esté de hinojos; levantaos, amigo, y decid a vuestro señor que venga mucho enhorabuena a servirse de mí y del duque mi marido, en una casa de placer que aquí tenemos”. Era evidente que no había llamado a su amo como Caballero de los Leones por lo reciente del título, sin embargo, sorprendió al escudero el hecho que lo conociera, reconociendo que además de la hermosura tenía mucha gracia y cortesía.

La duquesa, que hasta entonces no se había identificado como tal, preguntó: “Decidme, hermano escudero: este vuestro señor ¿no es uno de quien anda impreso una historia que se llama Del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que tiene por señora de su alma a una tal Dulcinea del Toboso?”.

Desde luego y su escudero, que debe andar por ahí, que debe haber aparecido, soy yo, dijo no sin cierto orgullo de ser ya parte de la historia.

@enrigue_zuloaga

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