Ideas

Política y capricho

Hace poco le pregunté a un decano de la política en Jalisco, un hombre con más de medio siglo de experiencia, cuál era la diferencia entre los políticos de ahora y los de antes. Su respuesta fue tajante: 

-Antes se respetaban los acuerdos. 

Primero pensé que era una forma de disfrazar las imposiciones en la época del partidazo, pero después reflexioné. Hay algo de razón en esa visión tradicional: la virtud se esconde aún en el pasado más indecoroso. En gran medida, la crisis actual de la política pasa por su incapacidad para construir acuerdos, pero sobre todo para respetarlos cuando los alcanza.

El vivo ejemplo de lo anterior lo vimos con la decisión del Frente Amplio por México al bajar a Beatriz Paredes de la contienda interna para la candidatura presidencial antes de culminar el proceso acordado. 

Supongo que eso aconsejaban los cálculos políticos de Alejandro Moreno y Marko Cortés, pero para eso antes deliberas, calculas, acuerdas y asumes los costos de cualquier decisión. La buena política neutraliza los caprichos y veleidades individuales y colectiviza las ambiciones. Sin ese componente se convierte en otra cosa, gansterismo, tráfico de influencias o trapacería; simplemente se aleja de la virtud que significa buscar el bien común. 

La “unidad por el bien de México” sólo sirve como pretexto para traicionar e imponer reglas sobre la marcha que erosionan al proyecto opositor. La afectación va más allá de la imagen circense o mensaje antidemocrático que manda el Frente AMLO por México a los electores. Es más grave: desnuda su incapacidad para hacer política. Les estorban las ambiciones personales y los intereses cupulares. 

En el oficialismo la clase política se comporta de manera similar, pero con una enorme diferencia: Morena posee un caudillo. AMLO sólo debe estar de acuerdo consigo mismo para mantener la lealtad y unidad del partido. Los acuerdos funcionan como normas disciplinarias a las que debe sujetarse cualquier actor político del movimiento por mandato del líder. Dentro del arca, la salvación; fuera del arca, el repudio y la degradación.

De esta manera, se perfila una contienda presidencial por un lado con un frente opositor sin una columna vertebral ideológica y programática, pero sobre todo, secuestrado por los caprichos de dirigentes partidistas que extraviaron las bases del oficio. Y por el otro lado, un oficialismo bajo la conducción tribal de un jefe máximo que impone la disciplina necesaria a través de un control pre democrático. 

En fin, la mesa está casi servida para el 2024. 

 jonathan.lomeli@informador.com.mx

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