Política, cinismo e hipocresía
En política, como en la vida, siempre he preferido a los cínicos que a los hipócritas. No es que los cínicos merezcan aplauso alguno, pero comparados con los hipócritas son mucho más llevaderos.
Con ellos sabemos a qué atenernos, ponen sobre las mesa sus intereses y luego ejercen la presión necesaria o posible para sacar adelante lo que para ellos es conveniente. Los hipócritas juegan por debajo de la mesa, ondean una bandera democrática, se rasgan las vestiduras, atacan a los políticos cínicos para luego de imponer su voluntad y exigir el aplauso.
Lo que acaban de hacer MC y PAN en el Congreso del Estado nombrando a personajes a modo en el Consejo de la Judicatura del Poder Judicial de Jalisco es una gran muestra de hipocresía política.
Movilizaron a universidades y al sistema estatal anticorrupción para hacer exámenes y evaluaciones, generaron la expectativa de un proceso abierto y transparente y al final terminaron imponiendo en una negociación de cuotas a sus cuates en medio de la noche, de espaldas a los ciudadanos.
Lo mismo podemos decir de la “pareja residencial”. La secretaria de la Función Pública autoerigida en zarina anticorrupción, Irma Eréndira Sandoval, quien después de exonerar burdamente a su amigo Manuel Bartlett, resultó que ella estaba exactamente en el mismo caso: en los últimos años se convirtieron ella y su marido, el “secretario de adulación presidencial”, John Ackerman, en propietarios de casas y terrenos no declarados por un valor muy superior a sus ingresos. Nadie dice que no pueda haber una explicación lógica, coherente y clara de cómo se hicieron legal y horadamente de ese patrimonio pero, en lugar de dar una respuesta, se tiran al suelo y se victimizan hipócritamente.
El gran problema del discurso de los autoerigidos en grandes transformadores, llámese Cuarta Transformación o Refundación, es que parten de una supuesta superioridad moral que, por supuesto, no tienen, y desprecian permanentemente todo lo que viene de ese pasado oscuro que dicen querer cambiar, pero olvidan que son parte de ello.
¿Hay alguna alternativa al cinismo y la hipocresía al hacer política? Por supuesto que sí, se puede hacer política de cartas abiertas cuando los intereses que se juegan y defienden son legítimos. Pero esto sucederá cuando la sociedad premie con el voto al político que hable con la sensatez del ser humano limitado y no a aquellos que vendan grandes transformaciones en plazos inmediatos y luego hipócritamente se quejan de que les dejaron un cochinero.
Las transformaciones de corto plazo son manzanas bofas. Las grandes utopías se construyen despacio, ladrillo a ladrillo y no descansan sobre los hombros de un líder sino de una nación entera, de un pueblo que, en medio de sus propias contradicciones y conflictos, es capaz de compartir e maginar un futuro común.
diego.petersen@informador.com.mx