Pobre del pobre
Múltiples y muy variadas, extrínsecas e intrínsecas, son las causas de la pobreza en nuestro atribulado país. Imposible sería hacer una somera descripción en este breve espacio. Entre las causas extrínsecas, tenemos dos que sobresalen, nuestros buenos vecinos del Norte y la globalización. Los buenos vecinos nos hacen girar en su órbita, sobreviviendo de las migajas de mal baratar nuestra mano de obra excedente.
Por lo que se refiere a la globalización, desde nuestra entrada al GATT para incorporarnos a los tratados generales de limitación de impuestos para importaciones y exportaciones, que culminó con el TLCAN, nos colocamos en desventaja con los países más industrializados y desarrollados a los que abrimos nuestras puertas a cambio de productos agrícolas, lo cual no ha funcionado como debiera ser por las barreras no arancelarias cuando no les conviene frenan nuestras exportaciones y tránsito de camiones por su territorio con cualquier pretexto.
Algunas de las causas intrínsecas son el indigenismo que prefiere vivir en la miseria antes que renunciar a sus usos y costumbres, algunos muy respetables y ejemplificativos y otros execrables y bárbaros, pero todos entran en el paquete; la sobrepoblación, que desde 1798 el economista británico Thomas Robert Malthus presenta como un peligro para la subsistencia del mundo. No hay programas de ayuda o combate a la pobreza que vayan más rápido que la velocidad con que se reproduce el ser humano, sobre todo en las clases marginadas que no ven a los hijos como seres que alimentar y educar, sino como manos que pedirán limosna o a lo más, ayudarán en las labores del campo; los monopolios, particulares y oficiales: cemento, vidrio, teléfonos, petróleo y sus derivados, gasolinas, energía eléctrica y, sobre todo, la corrupción.
Las campañas para limitar la sobrepoblación consistentes en que nadie tiene derecho a tener hijos que no pueda educar y alimentar se tropiezan la ignorancia y las religiones que preconizan todo lo contrario; los monopolios sangran a la población en beneficio de unos pocos: el cemento vale de 30 a 70% más que en los países desarrollados, todo por favorecer a los fabricantes como Cemex.
La gasolina, diésel, gas y energía eléctrica, que pagamos más cara que en Estados Unidos, lleva un sobreprecio que va a dar a los sindicatos privilegiados que la usufructúan y a funcionarios corruptos que permiten el saqueo.
Las medidas tomadas por nuestro Presidente AMLO no servirán para abatir la pobreza. Tiene vigencia el viejo consejo de que si le das de comer un pescado a un pobre, le quitas el hambre un día; si lo enseñas a pescar comerá diario. El programa de aprendices de jóvenes 16 a 29 años es bueno si le permiten al patrón despedir a los que no quieran trabajar; el pequeño aumento a personas mayores algo ayuda, pero no alcanza para vivir. Los préstamos a la palabra tienen sus problemas porque entre la burocracia y la corrupción se va a quedar la mayor parte del beneficio. Se necesita un ejército de inspectores que verifiquen la autenticidad de los préstamos a la palabra de seis mil a 20 mil pesos. Los subsidios en forma desordenada no sirven para nada. Lo que se requiere para combatir la pobreza es crear fuentes de trabajo, estimular la inversión nacional y extranjera, crear estímulos fiscales y disminuir la deuda pública.
“El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado”. Cita de Marco Tulio Cicerón- Año 55 A.C.