Plaga de ratas en el Congreso
Se pasean de escritorio en escritorio, de oficina en oficina y de pasillo en pasillo. Viven bien y lucen saludables, pero al fin hay una estrategia para acabar con esa peste. Las ratas del Congreso de Jalisco tienen sus días contados.
No llegan a checar y se van. Tampoco hacen como que trabajan. Simplemente viven en él. Engordan gracias a él. Se nutren de él. Y en un acto de heroísmo nunca antes visto dentro de las paredes del Poder Legislativo, el superhéroe del momento, Tomás Figueroa, ha declarado públicamente que acabará con todas y cada una de ellas.
Lo dicho: las ratas del Congreso de Jalisco tienen sus días contados.
Pero no sólo ellas. El rayo láser del tío Figueroa, quien a veces es secretario general del Legislativo, también apunta a toda aquella cucaracha, polilla, tepocata, alimaña y víbora prieta (Fox dixit) que se atreva a anidar en cualquier rincón del pulcrísimo edificio ubicado en la Avenida Miguel Hidalgo.
Así lo dijo esta semana al reportero Martín Aquino en una cuidadosa entrevista que dio al diario Mural, con una clara preocupación de no usar las palabras “fumigar”, “ratas” y “Congreso” en la misma frase para no ser ventilado en la columna de trascendidos de ese rotativo.
Aprovechando el enésimo puente legislativo del año, esta vez por el Día del Servidor Público, el Congreso de Jalisco será fumigado porque, en efecto, ya encontraron una plaga de ratas que podría poner en aprietos a quienes honradamente llegan a checar y se quedan hasta cumplir su cuota horaria. Que los hay.
Por supuesto, a quienes dominan el avión, pero les llega el cheque mes con mes, esta noticia los tiene sin cuidado
El doble sentido en esta opinión, que seguro no va a caer tan bien en quienes dicen que legislan, pero acuerdan en lo oscurito para frenar iniciativas que salvan vidas (como la de donación de órganos), tiene una base sólida.
Así como a veces las ratas se infiltran en los espacios donde encuentran oportunidades para prosperar y sobrevivir, algunos servidores públicos pueden ser vistos como figuras que, en lugar de servir al interés de la gente, se aprovechan de su posición política para beneficio personal.
Y ni modo: hablar con la verdad no es un insulto. Ellas y ellos saben quiénes son y deben hacerse responsables de sus actos y omisiones.
Al igual que las ratas que buscan comida en lugares vulnerables, estos seres de más sombra que luz se atreven a buscar ventajas personales dentro del sistema político, lo que lleva a la percepción negativa que los relaciona con roedores astutos, escurridizos y difíciles de eliminar una vez que se han establecido en su posición.
Pero esto es sólo una analogía.
Por el momento, el veneno que se va a rociar en el Legislativo apunta a roedores e insectos; ya el veneno contra la corrupción quizás llegue en otra ocasión. Quizás sea un voto acertado en la elección en puerta la que ponga en su lugar a quienes se han distinguido por llenar de decepción y malos resultados la siempre rodeada de vallas “casa de los jaliscienses”.
isaac.deloza@informador.com.mx