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Placas: si yo fuera candidato

Como todo mundo anda en precampaña, quiero aquí consignar la única promesa que le haría a mis conciudadanos en el muy hipotético escenario en que me lanzara a la jefatura de gobierno. Y ésa sería ordenar definitivamente las placas vehiculares de los capitalinos. Ni más, ni menos.

Una anécdota cercana es la que me ha decidido a lanzar esta propuesta.

Ocurre que un amigo mío fue agredido en un semáforo luego de uno de esos diferendos viales que todos alguna vez hemos tenido. El otro conductor se bajó de su automóvil y mi amigo apenas iba a reaccionar cuando ya tenía destrozados los dientes frontales. Alcanzó a tomarle una foto a las placas del agresor. Adivinaron. En el portal de internet donde uno puede revisar infracciones las placas ni existían.

Desde esa agresión mi amigo se ha dedicado a tomar fotos de todas las placas alteradas que se topa en las calles de la CDMX. Lleva decenas. Placas a las que les borran un dígito, a las que les tapan una letra, a las que les redondean un número (hola alcaldesa Sandra Cuevas), a las que se les encima una mica para que las cámaras del radar no las registre, y para qué le sigo si todos ustedes han visto esos y otros trucos.

Hablando de lo que hemos visto: placas de Morelos en autos chilangos como si no hubiera mañana, y ahora de Guerrero, muchas de éstas con el dibujo de la silla de ruedas, símbolo de que estaríamos frente a una persona con discapacidad. ¿Será? Y, por supuesto, placas de antidiluvianos tiempos capitalinos en coches para nada antiguos.

¿Para qué arreglaría yo las placas? Para sacar dinero y pavimentar calles y arreglar banquetas. Y para incentivar al menos un poco la civilidad y el respeto al Estado de derecho.

Desde que Calderón decretó la nefasta exención del impuesto a la tenencia a los autos la CDMX se inundó de placas de Morelos, y las arcas capitalinas perdieron miles de millones de pesos.

Eso ya es grave pero ni siquiera resulta lo más pernicioso. No tener control puntual sobre a quién pertenecen las placas que exhibe un vehículo que se ve involucrado en un percance o un delito supone una derrota de todos, sociedad y gobierno. Un promesa segura de impunidad.

Esta semana ocurrió que una camioneta Audi atropelló a un policía y se dio a la fuga. El clamor en las redes sociales era que ojalá alguien reconociera al infractor para hacerlo responder por los hechos. Situaciones similares -con mayor o menor gravedad-suceden cotidianamente a peatones, ciclistas e incluso a automovilistas a los que les pegaron y los presuntos agresores huyeron.

Si fuera candidato prometería que al terminar mi mandato los capitalinos tendrían la certeza de que todas las placas locales estarán ligadas a un sistema moderno y confiable. Y que si circulas en la CDMX con placas foráneas más te vale que estés en orden. No sabría cómo hacerlo. Y diría eso: el compromiso incluiría encontrar la fórmula.

La tragedia humanitaria que son las muertes por el crimen organizado impiden que veamos que también mueren, o quedan con daños permanentes, demasiados mexicanos por percances viales.

Arreglar las placas sería poner un primer escalón contra la impunidad. Las de los autos y ahora también de motocicletas. ¿Porque ya vieron que han aumentado éstas y que no son pocas las que portan placas de Guerrero? ¿Verdad?

Es una promesa de campaña de una candidatura que no existirá. ¿Suena cándido o ingenuo? Cosas peores nos han prometido e incumplido. ¿Votarían por mí?

sal.camarena.r@gmail.com

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