Periodismo para López Obrador
El presidente se quitó la máscara. En un arranque de ira, por el reportaje publicado simultáneamente en Proceso y en Carmen Aristegui Noticias, le salió del alma lo que para él debe ser periodismo, el que a él le gusta. No solo dijo que ninguno de los dos medios había hecho realmente periodismo para el pueblo -cualquier cosa que eso signifique- sino que confesó haber sospechado de Aristegui desde antes, que nunca confió en ella porque, dijo, “me entrevistaba una vez cada seis meses y buscaba ponerme en entredicho, como buena periodista conservadora”.
Parafraseando a Monsiváis, el presidente hizo en la Mañanera del lunes una verdadera declaración patrimonial de sus bienes democráticos y sus niveles de tolerancia. Para él el buen periodismo, el popular, será panfletario o no será. El periodismo que cuestiona, el que duda y pone en entredicho es conservador; por contraste hemos de suponer que en su visión el periodista zalamero, el que se arrastra hasta la indignidad, como hemos visto mañana a mañana, es el bueno, el que está con el pueblo (o sea, él). El contrasentido no puede ser mayor, pero no es sino una muestra de que, para el poder, da igual quién lo detente, el periodismo es incómodo. Peña Nieto entendió, tarde, pero lo hizo, que los periodistas no aplaudían; López Obrador todavía no lo entiende.
Cuesta mucho trabajo a los políticos, no solo a López Obrador, comprender que una vez que han dejado la oposición y se convierten en el poderoso en turno los periodistas dejan de ser los cuates a quienes pasaban información incómoda sobre el poder para convertirse en los nuevos vigilados. Pero ahora sí que quienes cambiaron fueron ellos, el periodista solo sigue haciendo lo que sabe hacer.
¿Existe algo como periodismo conservador y periodismo revolucionario? Por supuesto que no. Hay periodistas de izquierda y periodistas conservadores, pero el buen periodismo, como la ciencia, no tiene adjetivos. Podemos conocer y reconocer desde dónde está hecho, es parte fundamental de la honestidad intelectual en este oficio, pero en periodismo lo que importa son los datos, no dónde se publican. Las motivaciones del medio para publicar una u otra cosa, que puede ser objeto de interminables análisis, no validan ni invalidan los hechos.
El periodismo debe sostenerse por sí mismo. El periodismo de verdad no gusta al poder, por el contrario, lo incomoda; esa es su naturaleza. El buen periodismo es un contrapeso al poder, no su aliado, y es transformador por excelencia, pues cambia la forma en que vemos un problema o una política pública.
El periodismo debe sostenerse por sí mismo. El periodismo de verdad no gusta al poder, por el contrario, lo incomoda; esa es su naturaleza