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Peña apoyó más a los pobres que AMLO

Recomiendo seguirle la pista a Max Jaramillo-Molina, un economista académico de la UdeG y doctor en Sociología por el Colmex que se enorgullece de sus orígenes barriales en el Oriente de Guadalajara. 

Su campo de especialidad es la desigualdad. A sus 33 años ha escrito valiosos artículos académicos sobre el tema y fundó el Instituto de Estudios sobre la Desigualdad. Además, creó una divertida cuenta en Twitter llamada Gatitos contra la Desigualdad (@GatitosVsDesig).    

Su publicación más exitosa muestra la playera de una mujer rubia de espaldas durante una marcha en contra de AMLO en 2019. En la playera se lee: “10 razones para ser fifí”. Y enumera una lista de “virtudes” fifís como levantarse temprano, trabajar duro, ponerse metas, ser exigente y ser feliz. 

Max la usa para criticar la idea clasista de que “el pobre es pobre porque quiere” y, por tanto, el “rico es rico porque quiere”. Ricos y pobres trabajan duro, la diferencia es que el sistema no les brinda las mismas oportunidades a ambos. La verdad, suele bromear Max, sólo hay una receta para ser rico en México: nacer rico. La pobreza es una cuestión estructural mientras la riqueza es un asunto de herencias y reproducción de privilegios. Sus contadas excepciones no hacen la regla. 

En un país como México en donde el 1% de la población concentra el 47% de la riqueza, según el Laboratorio de Desigualdad de Thomas Piketty, estarán de acuerdo en que los programas sociales de AMLO son un acto de justicia. Pues no. 

Una de las investigaciones más interesantes de Max demuestra que los programas sociales de AMLO aumentan la desigualdad al no estar focalizados en apoyar sólo a los más pobres. 

Una vez el Presidente bromeó al decir que su pensión para adultos mayores era universal, por lo que Carlos Slim podía solicitar el apoyo mensual de 3 mil 850 pesos. Tiene razón, sus programas apoyan lo mismo a un mexicano en extrema pobreza que necesita mucho el subsidio que a uno de clase media que no lo necesita tanto. 

Imaginemos que vamos a repartir 100 despensas a 200 mexicanos de los cuales la mitad vive en extrema pobreza. En vez de identificarlos y entregarles el apoyo al centenar más pobre, colocamos la despensa al centro y esperamos a que cada quien solicite su despensa. 

Las clases más vulnerables, por razones obvias, carecen muchas veces de conocimientos y medios eficientes para informarse y solicitar un apoyo torpemente socializado por el Gobierno que incluye numerosos obstáculos burocráticos (el sello distintivo de la actual Secretaría del Bienestar).

Con Enrique Peña Nieto, el 38% de los mexicanos en extrema pobreza recibía un subsidio. Con AMLO esa cifra se redujo al 27% en la actualidad. En cambio, los subsidios para no pobres aumentaron este sexenio del 18 al 21%, según el análisis de Max con datos del Inegi. 

Otro dato revelador que derrumba un mito: Peña destinó para programas sociales el 5% del PIB mientras que AMLO sólo el 4.7%. Por tanto Peña, también con deficiencias de focalización, apoyó más a los vulnerables. 

En Jalisco, 1.3 millones reciben un subsidio federal. ¿Estamos seguros que son los más pobres? El Gobierno de AMLO tampoco. 

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