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Pasión, dolor y júbilo

Pasión. Por definición es esa emoción que afecta el ánimo y puede nublar la conciencia, pero que también despierta la esperanza. El pasado domingo tuve oportunidad de ver a través de la pantalla, en las calles y en las redes sociales, cómo la pasión tuvo todos los rostros posibles: del dolor por la partida de Vicente Fernández al júbilo por el campeonato siete décadas esperado del Atlas.

Ese día, recién terminaban las serenatas a la Virgen de Guadalupe cuando la ciudad despertó con la noticia de que don Vicente Fernández, el exponente jalisciense más emblemático de la música regional mexicana, había fallecido. Afuera del hospital que fuera su morada desde hace cuatro meses, los seguidores del intérprete aguardaban para despedirse, otros más lo esperaban a las puertas del Rancho Los Tres Potrillos para verlo llegar. Nadie dio un paso atrás. No importó ni el calor abrazador del mediodía ni el frío de la medianoche. La familia Fernández Abarca abrió las puertas de su casa para recibir al pueblo que hizo grande al patriarca. Con lágrimas y aplausos lo despidieron.

Los ojos de México se posaron en Jalisco y, esta vez, no fue la violencia el motivo. Fue un domingo atípico. Uno para marcar en la historia popular. Por un lado la comunidad artística se congregó en la capilla ardiente más grande que se ha visto: La Arena VFG, para despedir al “Charro de Huentitán” y, por otro, la esperanza se hizo posible con un Estadio Jalisco abarrotado por quienes tuvieron la fortuna de poseer un boleto para presenciar el histórico partido, al igual que Paseo Chapultepec, el punto de reunión para todos aquellos que no tuvieron el pase que días atrás se consiguió con golpes y hasta con sangre.

La Furia Rojinegra supo lo que es vivir un campeonato otra vez. Setenta años después. Hubo quien anheló este día, quien vio ese primer triunfo y no pudo a ver otro, éste, el que alcanzará para la memoria a la espera del siguiente, con la fidelidad que pocos equipos en el mundo pueden presumir.

El domingo muchos jaliscienses se olvidaron de las medidas sanitarias que marcaron la vida de todos en los últimos dos años. Las imágenes eran sorprendentes: miles de hombres y mujeres, jóvenes y niños codo a codo y sin cubrebocas celebraron el triunfo del equipo tapatío en las calles, debate aparte sobre el uso del espacio público; en contraste, las filas para poder entrar a la Arena VFG exigían cumplir con el protocolo que la contingencia sanitaria por COVID 19 nos legó. Hubo que reaccionar con inmediatez y se presumió el orden dentro del caos. El operativo era conocido: la logística que cientos de veces se siguió en el recinto ahora tenía un carácter diferente.

No hubo quien los censurara, no hubo autoridad que limitara el acceso con escudos o muros de metal, no hubo quien los reprimiera, no hubo quien dijera que no. Todo fue posible en Carretera a Chapala y en el Centro de la Ciudad. Los tapatíos estaban en las calles y la pasión, que brindó una esperanza tan pocas veces alcanzada, se desbordó; porque así es el mexicano: capaz de reír hasta las lagrimas y llorar cantando.

puntociego@mail.com

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