Particularidades de Guadalajara
Todas las ciudades son identificadas por algunas singularidades: París y la Torre Eiffel, Notre Dame, Campos Elíseos o el Louvre son una y la misma cosa; Roma sin el Vaticano, Piazza Navona, el monumento a Vittorio Emmanuel, el Coliseo o el Panteón de Agripa sería impensable; Londres sin el Big Ben, la Torre de Londres, Trafalgar Square o el Támesis no sería igual; y Nueva York sin Manhattan, Times Square, el Museo Metropolitano, el Empire State y la Quinta Avenida, simplemente no sería lo que es. Pues bien, al margen de comparaciones, Guadalajara tiene algunos rasgos que la caracterizan y le dan un perfil único.
Somos poseedores, en el límite norte de nuestra ciudad, de un paisaje extraordinario: la barranca, hermosísimo monumento esculpido por la naturaleza durante miles de años, con su acantilado que, iluminado por el sol poniente, es un espectáculo inigualable. Ahí mismo, en la ceja de este accidente geológico, se encuentra el Zoológico Guadalajara, sin duda el mejor de América Latina, y ésta no es una afirmación temeraria (si no lo conoces vale la pena darse una vueltecita); es una muy bien lograda combinación entre la obra de la naturaleza y la mano del hombre para poner al alcance de la sociedad, en un espacio excepcional, una maravillosa colección de especies animales de todo el mundo.
La barranca, hermosísimo monumento esculpido por la naturaleza durante miles de años.
Luego, las torres de Catedral, descritas en forma magistral por Pepe Guízar, “como alcatraces al revés” se alzan para tocar el cielo azul en medio de la cruz de plazas que abrazan a la sede del Arzobispado. Guadalajara es la única ciudad en el mundo que, vista desde las alturas, muestra a su Catedral rodeada por cuatro plazas que configuran una cruz cristiana. Al viento sur, la Plaza de Armas es la primera y más antigua de nuestra ciudad, escenario viviente de nuestra historia local, hoy tratada sin respeto por quienes, con motivo de la nueva línea del tren urbano, la intervinieron colocando, como estación, un pegote ajeno a su fisonomía histórica y tradicional. Mi querido y admirado tapatiólogo, el Arquitecto Juan Palomar, que de esto sabe mucho, ha ilustrado a los “construdepredadores” sobre el valor de algunos inmuebles y espacios públicos de nuestra vapuleada ciudad y de la forma de reparar el daño. Luego, en el viento norte, la Rotonda, el “Jardín de la Historia”, construido, según describe nuestro bien recordado amigo, Guillermo García Oropeza, en el gobierno de Don Jesús González Gallo para honrar a sus hijos esclarecidos; en un acto de justicia, años después, las mujeres también han sido reconocidas. Al oriente se encuentra la Plaza de la Liberación, llamada por el pueblo, de las “Dos Copas”; algún maledicente dijo, hace algunos lustros, que hacía alusión al talle de una hermosa tapatía y, al poniente, frente a la Catedral, se ubica la Plaza del Ayuntamiento o de los Laureles.
Finalmente, Guadalajara es la única metrópoli del mundo cristiano protegida por una diosa pagana: Minerva, quien, con justicia, sabiduría y fortaleza, custodia a esta noble y leal ciudad.
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