Ideas

Para salvar el debate

La superficialidad y lo errático son, desde mi punto de vista, lo que marcó el onceavo debate presidencial en la historia política reciente del país, desde la campaña electoral que desembocó en la primera alternancia partidista en el poder en México en el año 2000.

Tal vez con la buena intención de abrir el debate a la participación de las y los votantes, al confeccionar el ejercicio del domingo exclusivamente con 108 preguntas de las 24 mil que recibió Signa Lab del ITESO, el INE y los partidos políticos sucumbieron en el intento y el resultado fue uno de los debates más planos y tediosos que hemos tenido, y que acabó por demeritarse con las fallas en los cronómetros y el desafortunado trabajo de producción televisiva en el diseño del escenario en la sala del consejo general del INE, empezando por la decisión de sentar a las y el candidato, quitándoles movilidad y recursos expresivos. 

El formato de hacer la misma pregunta a él y las aspirantes en cada uno de los tres temas (Educación y Salud; Corrupción y Transparencia; y No Discriminación, Grupos vulnerables y Violencia contra las Mujeres), y darles sólo un minuto para responder, luego dividir la llamada bolsa de cinco minutos con preguntas distintas a cada participante en las que no podían extenderse más de minuto y medio, para cerrar con tres preguntas hechas por mexicanos del Norte, Centro y Sur del País, evitó dar profundidad a los planteamientos, permitir el contraste y convertir al debate en una cadena de superficialidades. 

Por la cantidad de preguntas a las que había que dar salida, las y el candidato fueron constantemente interrumpidos, por lo que ni siquiera los señalamientos y acusaciones que lanzó la candidata opositora Xóchitl Gálvez a la puntera Claudia Sheinbaum lograron causar impacto alguno por lo fácil que resultó a la candidata oficial evadir los cuestionamientos.  

Las propias declaraciones de Xóchitl ayer en el sentido de que a ella su equipo la entrenó para tener un intercambio libre y sin interrupciones durante cinco minutos en cada tema, habla de lo incómodo y la pifia del INE en este primer debate. 

Por eso tocará a la candidata opositora y a su equipo hacer las gestiones necesarias para modificar el formato en los próximos dos debates. Habría tal vez que buscar hacer menos preguntas y permitir más tiempo para el debate y el contraste entre las y los suspirantes.

Porque como quedó claro el domingo, repetir el modelo significará un mero trámite para Sheinbaum y la tribuna para que Máynez siga restándole votos a la opositora del PAN-PRI-PRD, sin que estos debates logren convertirse en estímulos para generar una mayor participación informada en las próximas elecciones del 2 de junio.

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