Pablo Hermoso de Mendoza exigió al juez el indulto por miedo a matar mal
Por Patricio Fernández Cortina
Domingo 11 de marzo de 2018. Quinta y última corrida de la segunda parte de la temporada de la Plaza de Toros Nuevo Progreso, con una entrada de más de media plaza. Pablo Hermoso de Mendoza y su ya aburrido espectáculo, alternó con Jerónimo y Leo Valadez.
Por orden de aparición, que no de importancia, narraré primero lo que ocurrió con el rejoneador español. Con los dos primeros toros de su lote, que él escogió para esta tarde, no hizo nada. Fueron dos toros de la ganadería de La Estancia, descastados, mansos, distraídos, sin fuerza y sin recorrido. Uno de ellos, de malas ideas, buscaba el cuello del caballo. A los dos los mató mal, pinchando y colocando el rejón de muerte de manera contraria en uno y trasera en otro, teniendo incluso que descabellar al primero.
Y entonces vino la bronca. Pablo Hermoso de Mendoza regaló un toro, ante el asombro de algunos. Era un toro de reserva, de la ganadería de Fernando de la Mora, berrendo, de nombre “Tapatío”, manso, tan manso que intentó en dos ocasiones brincarse las tablas, y su juego era sólo el de perseguir al caballo, permitiendo al rejoneador hacer algunas piruetas y círculos con el caballo. El momento censurable llegó con la suerte de matar. Hemos mencionado que el indulto es en última instancia una facultad del juez, y no de un público embravecido por un agitador, por un manipulador, que es como se comportó este rejoneador.
El asunto no está en discutir si el toro era de indulto, que desde mi punto de vista no lo era, pues no demostró condiciones especiales de fuerza, bravura, nobleza y buen estilo, sino en “las formas” que él utilizó para lograrlo. Tomó el rejón de muerte con la mano derecha y comenzó a increpar al juez de plaza, exigiéndole el indulto. Volteaba a los tendidos y azuzaba a la gente para que junto con él exigiera el indulto. A gritos. Como el juez se resistía, este hombre lo retaba regresando al callejón el rejón de muerte (que es como se le conoce a la espada) y le ponía más banderillas al toro. Una y otra más, hasta que el juez accediera. El juez le ordenaba que matara, y él, desobediente, incitaba a la gente. Lo que ocurre es que no sabían que la verdadera razón por la que Pablo Hermoso pedía el indulto, era porque estaba aterrado de volver a fallar con el rejón de muerte. El indulto a veces es un gran premio para los mediocres.
Jerónimo no ofreció nada que pudiera destacarse con los toros de Marrón en la lidia ordinaria, ni con el de regalo de Garfias. Se le veía tímido y toreaba despacio. Es un torero que tiene arte, pero es notable la forma como se cuida, y no se arriesga de más para ponerse en los terrenos del toro, que es donde se logran las grandes faenas. Los toros desde luego no ayudaron por falta de recorrido, las tandas eran interrumpidas impidiendo la ligazón que es fundamental para una buena faena. No fue certero con la espada, y sólo recibió algunos aplausos.
Leo Valdez vino esta tarde con más voluntad que arte. Intentó de todo con los toros de Marrón, incluyendo el de regalo, y aunque toreó de rodillas e hizo zapopinas, buscó por todos lados, ya en naturales como en derechazos, pero no pudo cuajar una faena que mereciera, y al fallar con la espada se fue sin trofeos.