Otros ojos para ver el río Santiago
Alan Carmona, joven de 33 años, economista, maestro en ecología política, ha dedicado 12 años de su vida a la defensa del territorio a través de la asociación Un Salto de Vida.
Lo busqué para entender. Entender qué ha pasado en el río Santiago estos años. Entender qué representa la estrategia “Revivamos el río Santiago” en este sexenio y la inversión de 7 mil 300 MDP del Gobierno para sanearlo. Entender.
Hay un error en la forma en que enfocamos el problema.
Hablar sólo de agua contaminada es insuficiente; los pobladores, en cambio, se refieren a una “devastación territorial” y “zonas de sacrificio”. Esto implica una degradación del paisaje, el territorio y la calidad de vida de los pueblos. Esta idea es más completa e integral para explicar lo que pasa en esa zona (la correcta formulación de un problema es la mitad de su solución).
“Estamos en el peor de los momentos. Se puede hablar que en otros momentos hubo una peor calidad del agua quizá, pero en cuanto al nivel de afectación y destrucción del territorio, estamos en el peor momento”, me dijo Alan.
En esta gestión el Gobierno de Jalisco habilitó 20 plantas de tratamiento, 59 km de colectores, 20 estaciones de monitoreo de calidad del agua, desazolve y control de maleza acuática, y cuatro hospitales.
Un Salto de Vida critica el modelo de saneamiento del actual Gobierno, y que continuará el próximo sexenio, porque se enfoca “en los fierros”, es decir, la infraestructura hidráulica (más plantas de tratamiento).
De esta manera, el Gobierno excluye una visión integral de ordenamiento del territorio y regulación de la industria contaminante.
En el polígono más contaminado, los cambios de uso de suelo industrial pasaron de 900 hectáreas a más de mil 800 con la llegada de más parques industriales. Se calcula que hay más de 3 mil 500 empresas en el área de intervención prioritaria.
Entre 2000 y 2020, municipios como Tlajomulco, El Salto, Ixtlahuacán y Juanacatlán, experimentaron tasas de crecimiento anual superiores al 8% con la edificación de nuevos fraccionamientos.
Otra crítica de Alan: el rescate del río este sexenio ha sido a partir de la transferencia de recursos públicos a privados porque todos los servicios de saneamiento han sido concesionados.
La planta de tratamiento de El Ahogado, por ejemplo, es operada por una empresa japonesa. Esta política pública se convierte en un negocio porque a más contaminación, más ganancia, igual que con la basura.
Entendamos que el río Santiago, ese “infierno ambiental”, es consecuencia de un gran proyecto de modernidad colonial e industrialización. Una parte de la genealogía de este desastre comenzó con la actividad fabril hace más de cien años. El problema se agravó con la apertura comercial en los ochenta y finalmente en los noventa con el TLC.
Se suma al problema que los tres niveles de Gobierno carecen de mecanismos de vigilancia, inspección, regulación y sanción. Cada uno culpa al otro, y no hacen lo suficiente.
Todo esto me contó Alan que, a los 21 años, ya luchaba contra el despojo y el envenenamiento de su pueblo y nuestro río.