Ideas

Otras, no tan felices, independencias

No pudo haber salido peor. La rifa del avión sin avión es la prueba fehaciente de que no se puede gobernar con ocurrencias y que se requiere algo más que buena voluntad y lealtad para transformar a un país. La rifa del avión presidencial que iba a salvar al gobierno (aunque fuera simbólicamente) terminó siendo un problema de tal magnitud que fue el gobierno el que tuvo que salir a salvar la rifa: el medio se convirtió en un objetivo. La gran noticia que dio el presidente es que se vendió lo suficiente para pagar los dos mil millones de pesos en premios, pero una octava parte de ellos fueron recursos del propio gobierno a través del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. Esto es, lo que recuperó el gobierno de bienes incautados al crimen en lugar de terminar en beneficios concretos a la población, terminó en boletos que dejan a los hospitales a merced de la suerte.

Cuando vemos un absurdo de este tamaño la pregunta obligada es ¿en qué momento se independizó la inteligencia de la política? Es cierto que inteligencia y política nunca han sido grandes aliadas, pero al final siempre llegaban a un arreglo. En el momento que estamos viviendo en México pareciera que hay un divorcio definitivo entre estas viejas conocidas. No es sólo el gobierno, también la oposición parece haberse independizado de la inteligencia: la propuesta del PAN de bajar impuestos en plena pandemia es además de poco inteligente, perversa, como lo es la terquedad del gobierno de invertir en 2021 en el aeropuerto Felipe Ángeles cuando claramente la prioridad cambió: un aeropuerto es lo menos urgente en este momento. Ambos casos acusan una terrible falta entendimiento de la realidad. Lo peor es que los dos lo gritan y lo festejan.

Inteligencia y política nunca han sido grandes aliadas, pero al final siempre llegaban a un arreglo. En el momento que estamos viviendo en México pareciera que hay un divorcio 

Hay, sin embargo, una independencia aún más peligrosa. Si la clase política se ha alejado de la inteligencia, nosotros, la sociedad civil, nos independizamos de la empatía con el otro y la democracia. Cada día hay más encono, más ganas de diferenciarnos y no de encontrarnos y reconocernos como unidad. Poco a poco nos vamos independizando de los valores democráticos esenciales y eso tendrá un costo enorme. Es cierto que nunca nos distinguimos por ser una sociedad llena de demócratas, por el contrario, desde hace tiempo hablamos la transición mexicana como el extraño caso de la democracia sin demócratas, de ahí la necesidad de sobre reglamentarla.

Pero hoy, merced al encono social que hemos construido y la incapacidad para pensar en el otro, estamos entrando a un camino de destrucción de los valores y las instituciones democráticas cuyo regreso será muy complicado.

No son sólo el gobierno y los partidos lo que han emprendido la poco feliz independencia. Si no asumimos lo que como sociedad nos toca, lo que hagan o dejen de hacer los políticos es lo de menos.

diego.petersen@informador.com.mx

Síguenos en

Temas

Sigue navegando