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Otra historia de terror… en el lugar más seguro del mundo

Si hay algo bastante seguro es que, en el Jalisco de los últimos años, ningún espacio es seguro.

La cruda realidad, esa que día con día demuestra que se puede estar peor o que nada es insuperable, nos golpea cada vez con más fuerza. Y, poco a poco, aumenta nuestra capacidad de asombro hasta llevarnos a niveles que horrorizan; que simplemente son incomprensibles para una sociedad civilizada del Siglo XXI.

Uno creería que el hallazgo de 26 cuerpos apilados dentro de camionetas en los Arcos del Milenio, una de las avenidas más transitadas de Guadalajara, sería el culmen del horror. Y qué equivocados estuvimos allá en el viejo 2011.

Jalisco, y particularmente su Área Metropolitana de Guadalajara, ha vivido de todo en materia de seguridad. Y cada episodio es más cruel y aterrador que el anterior.

Pese a los miles de millones de pesos invertidos para contener la escalada de violencia en el Estado y las políticas públicas encaminadas a restablecer el tejido social (lo que sea que eso signifique), las jornadas rojas continúan, las víctimas crecen en cantidad, las familias deshechas también y la percepción de inseguridad irremediablemente empeora.

En el Jalisco de los últimos años, un hombre entró al edificio sede de la Fiscalía Estatal y mató a cuatro trabajadoras de esa dependencia. En el Jalisco de los últimos años, un hombre asesinó a una mujer afuera de la casa del gobernador y a plena luz del día. En el Jalisco de los últimos años, una madre y su bebé murieron tras ser quemados por delincuentes que, a manera de distracción, atacaron un camión luego de tratar de asesinar a un ex secretario de Seguridad.

También en el Jalisco de los últimos años, cientos de cuerpos fueron apilados en contenedores y recorrieron la ciudad a bordo de unidades de carga mientras se descomponían. En el Jalisco de los últimos años, un helicóptero artillado de la Secretaría de la Defensa Nacional fue derribado por un lanzamisiles detonado por miembros del crimen organizado. En el Jalisco de los últimos años, un grupo armado emboscó y asesinó a 15 policías estatales, y en el Jalisco de los últimos años, 11 trabajadores de la construcción fueron masacrados mientras esperaban su pago.

¿Y dónde más sino en el Jalisco de los últimos años, un ex gobernador fue asesinado y el caso fue cerrado por las autoridades en turno aun cuando no hay un solo sospechoso en prisión? ¿Dónde más sino en el Jalisco de los últimos años, los hijos del narcotraficante más prominente del país fueron privados de su libertad? ¿Dónde más sino en el Jalisco de los últimos años los hermanos Ana Karen, Luis Ángel y José Alberto González Moreno fueron sacados de su casa y asesinados?

Desaparecer y morir: el sello de la casa en este icónico Estado. Jalisco, pese a la verborrea de la autoridad, se ha pintado de rojo y el color nos ha teñido a todos. A todos.

El pasado fin de semana, Eduardo Salomón fue sacado por la fuerza de su casa. Un grupo armado se metió a su espacio personal, se lo llevó y lo asesinó. El joven, quien cuidaba a sus hermanos, tenía sólo 16 años. Para dejarlo más claro: en el Jalisco actual, un adolescente fue sacado del lugar más seguro del mundo para sufrir la peor de las pesadillas. Y su familia la padeció de igual forma.

Qué importa una investigación que lleve a arrestos en tiempo récord. Qué importa que sea uno o tres los sospechosos bajo llave. Qué importa que el gobernador atraiga personalmente el caso de una dependencia que, al menos en la teoría, es autónoma. Qué importa lo que se haga después cuando, en el Jalisco de los últimos años, hemos visto de todo y la violencia no deja de golpearnos y de horrorizarnos.

La tragedia de la familia de Lalo nunca estuvo mejor demostrada que en las desgarradoras declaraciones de su padre, un hombre devastado por una realidad que lo rebasó y lo derribó. Para él, su hijo es un héroe. Para nosotros, Lalo es la prueba de que el Estado y la sociedad hemos fallado.

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