Oribe Peralta a Chivas,una “decisión de negocios”
En el deporte estadounidense es común leer que los atletas tomen “decisiones de negocios” en el campo de juego. Es decir, elecciones deportivas hechas con criterios monetarios. Por ejemplo, un jugador de futbol americano o de basquetbol puede desistir de atacar a un rival si cree que eso pone en riesgo su físico, que es su principal fuente de ingresos.
El uso del término deja al descubierto la verdadera condición de los deportistas en el siglo XXI: hombres de negocios en shorts cuyo principal capital es su condición física y su coordinación motora.
Sin importar lo que elijan pensar los aficionados, cada movimiento de un jugador dentro y fuera de la cancha es una operación mercantil. En el caso de Oribe Peralta, el delantero encontró un mejor postor para las habilidades que ofrece, una serie de bienes (liderazgo, algunos goles por temporada) que en este momento abundan en América, pero escasean en Chivas. El propio jugador lo tiene claro; su vídeo de presentación es casi un “pitch” de ventas dirigido a la afición del Guadalajara: “puedo motivar a los jugadores jóvenes. Me enseñaron que mi equipo es mi familia y ahora voy a hacer lo mismo por Chivas”.
Por más convenientes que sean en lo económico, ciertas decisiones son vistas con aversión por los aficionados. Por ejemplo, es ya legendaria la reacción de los seguidores del Barcelona cuando su capitán, Luis Figo, fue transferido al Real Madrid por 60 millones de dólares: cuando el portugués volvió al Nou Camp, el público quemó sus fotografías y lanzó una cabeza de cerdo a la cancha.
Cuando era jugador, Francesco Totti rechazó lo que podía ser una inmejorable decisión de negocios: eligió no jugar en el Real Madrid y pasar toda su carrera en la Roma.
Una decisión financiera aparentemente irracional envolvió a Totti en el aura de un mito, o explicado en términos comerciales, lo convirtió en una marca tan identificable como las motocicletas Vespa o los diseños de Versace.
Eric Cantona confeccionó a partir de una serie de decisiones personales desatinadas (entre ellas patear a un aficionado rival e insultar al Papa en televisión) una identidad corporativa que sigue explotando hasta el día de hoy, vendiendo su imagen para promocionar desde cervezas hasta hoteles.
Oribe Peralta puede tener un buen paso por Chivas, pero corre el riesgo de caer en un triple limbo de relaciones públicas. Por mejor actuación que tenga, los aficionados del Guadalajara difícilmente le reservarán el mismo lugar que a otros buenos jugadores que nunca han pasado por América. Los americanistas nunca perderán de vista su paso por Chivas y los santistas (el equipo que apoya Peralta) no olvidarán que fueron su última opción para retirarse.
Tal vez en el futuro todos los involucrados en la industria entenderán que la mejor decisión en el futbol consiste en respetar la pasión de los aficionados. Ésa no es sólo una “decisión de negocios”; es la razón misma que hace que el futbol sea tan redituable.