Ideas

Ojo por ojo

El Presidente lo volvió a hacer. Sabemos lo que significa protagonizar una “mañanera”: en ese escenario personal, durante una hora y poco más de tiempo, hemos visto de todo, o casi, desde el sorteo de un avión hasta exhibir la vida privada de un ciudadano que le resulte incómodo al Presidente. 

Hace poco más de dos años, el periodista Carlos Loret de Mola fue el blanco del Mandatario, que expuso sus ingresos y dejó al descubierto lo que a nadie le importa… excepto al Presidente. El año pasado fue Xóchitl Gálvez -le salió cara la rencilla- y la convirtió en la contendiente más fuerte de la oposición; ahora es la periodista Natalie Kitroeff del diario estadounidense The New York Times, quien quedó expuesta en media “mañanera” la semana pasada por la investigación realizada sobre los supuestos vínculos de López Obrador con el narcotráfico. Como respuesta, el Mandatario no sólo publicó el número personal de la periodista, también adelantó la nota que se publicaría en dicho periódico. Dicen que el que pega primero, pega dos veces. Y lo hizo.

Es comprensible la inconformidad del Presidente al poner su integridad en duda, pero a eso está acostumbrado desde hace 20 años. Con lo que la historia y sus protagonistas nos han enseñado, el tiempo de creer ciegamente en las figuras de poder se terminó. Ahora ponemos en tela de juicio todo -es el trabajo de un periodista, dicho sea de paso- y hacerlo no es capricho personal, es activar un aparato crítico que la experiencia te da para acercarnos a la información real y no ofrecer sólo discursos unilaterales. No cualquier periodista cubre una fuente tan delicada como la política ni se le encomienda una investigación sobre un mandatario y, como corresponde, sería una irresponsabilidad hacer una publicación sin tener clara la veracidad de la información.

Para López Obrador no es nuevo que se le vincule con líderes de grupos delictivos ni que se diga que ha recibido dinero proveniente del narcotráfico para sus campañas electorales. Evidentemente a nadie le gusta que se le ponga esa insignia, menos si representa a un país; sin embargo, es una historia vieja, muy vieja diría yo, que ni termina por confirmarse ni por desmentirse y de esta manera acabar de una vez por todas con cualquier suspicacia. Previo a la publicación en The New York Times, ProPublica, otro medio estadounidense, exponía la misma tesis; sin embargo, tampoco acabó de aportar nada que pudiera acusar abiertamente al Presidente. ¿Entonces?

Desde el universo personal del Presidente “todo es público”, por ello no tuvo ningún inconveniente en publicar el número privado de Kitroeff y posteriormente arremeter con los periodistas en general calificándolos como “casta divina”, “privilegiados” o “bordados a mano”, entre otros calificativos despectivos.

Pero ¿quién puede tener más privilegios o pertenecer a una casta divina sino quien afirma estar por encima de la ley y lo dice públicamente? “Por encima de la ley está la autoridad moral y política” -dijo el Presidente con todas sus letras la semana pasada- y con esas palabras deja claro que era un privilegio suyo estar por encima de la ley y de la Constitución, pisoteando el artículo 128 de la Carta Magna, a la cual se apegó tomando protesta al recibir la banda presidencial el 1 de diciembre de 2018. 

Al Presidente se le olvidó que juró en la protesta mirar por el bien y la prosperidad, y que dio la libertad al pueblo mexicano que se lo demande en caso de no cumplirlo, ¿y se sorprende que lo llamen “Narco Presidente”? ¿Le sorprende la demanda del pueblo?

Como secuela de lo ocurrido, también apareció publicado el número telefónico del hijo mayor del Presidente, luego el de Claudia Sheinbaum y hasta el de Xóchitl Gálvez, lo que parece más un circo, una campaña para atenuar la gravedad de lo hecho por el Mandatario días atrás y confirmar su teoría de que todo es cada vez más público, aunque él haya violado la Ley General de Protección de Datos Personales. 

Como ciudadano, la inconformidad del Presidente es válida, pero para ello hay recursos legales que no implican exponer a otro ciudadano, y dejarle a las autoridades el proceso, teniendo claro -como él dice- que es una calumnia, pero el Mandatario domina muy bien la revancha -sobre todo si él está por encima de la ley-. Lo hecho, hecho está; lamentablemente en este ojo por ojo, todos van a acabar tuertos.

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