Ocultar la crisis de violencia a regaños
Las crisis de seguridad duelen, y mucho. A cada víctima, directa o indirecta, la violencia y la realidad que impacta en México, en Jalisco, nos pega con fuerza y nos consume.
Esa es nuestra realidad. ¿Quién no ha sido víctima de un delito y cargado las secuelas durante semanas o meses? ¿Cómo lidiar con la zozobra después de que alguien coloca una pistola en tu cabeza para quitarte tu auto? ¿Cómo hallar paz cuando un familiar es asesinado? ¿Cómo no exigir a la autoridad que atienda a su responsabilidad constitucional de garantizar seguridad y regañarnos menos?
Justo eso ocurrió esta semana. El gobernador, Enrique Alfaro, le ordenó a su secretario general de Gobierno que frenara una crisis que se desató cuando Everardo Gutiérrez, el presidente municipal de Tamazula, tomó medidas drásticas para evitar riesgos entre su población ante una nueva jornada de violencia en el Sur de Jalisco.
El góber culpó a los grupos armados del Estado de Michoacán, al alcalde, a quien le aconsejó al alcalde tomar esa decisión, a quien subió la publicación y hasta a Mark Zuckerberg. Porque en Jalisco la culpa siempre será de alguien más; jamás de quien despacha en la oficina de Manuel Acuña.
Si algo nos ha dejado en claro esta administración estatal es que importa mucho, mucho, lo que se exponga y opine de ésta a través de las redes sociales. De acuerdo con la evidencia y la estridencia de los discursos oficiales, es la ventana predilecta del Gobierno de la Refundación.
Por eso es imposible ignorar que las políticas públicas de mayor calado tienen su apuesta fija en esta herramienta de comunicación remota. La socialización de estrategias en materia de salud, economía, apoyo social y hasta seguridad tiene en las redes sociales su columna más importante en la estrategia de comunicación.
Y, en consecuencia, la oportunidad perfecta para esquivar a quienes, con preguntas incómodas, pretenden “que le vaya mal a Jalisco”.
En aras de evitar contagios, la pandemia de Covid-19 fue el pretexto perfecto para que la interacción entre funcionarios y medios de comunicación se redujera a lo mínimo indispensable. Eso abrió el canal para que el contacto Estado-sociedad fuera unidireccional.
Pero en situaciones como la del viernes, fue justo esa estrategia de comunicación la que transparentó el regaño que se llevó el alcalde Everardo Gutiérrez, del partido político Futuro, por tomar decisiones que sí causaron alarma entre la población.
¿Fue un tema grave? Lo fue. El Gobierno de Tamazula invitó a la gente a resguardarse en casa ante la evidente crisis de inseguridad que atraviesa el Estado y reveló que no puede cumplir con su asignación constitucional de garantizar seguridad a sus gobernados, quienes pagan impuestos para que así suceda. Y si es el Gobierno del Estado hubiera secundado el mensaje, el escenario habría sido mucho peor, pues aceptaría su derrota ante la delincuencia y eso simplemente no puede ocurrir.
Dicho lo anterior, el llamado a la calma fue correcto. El tema es que se trató del segundo llamado a la calma en dos semanas, pues antes ocurrió lo mismo (aunque sin regaño al alcalde) en Concepción de Buenos Aires, y es complicado comprar el discurso de estoicismo cuando la estrategia apagafuegos se activa dos veces en la misma quincena.La crisis de seguridad en Jalisco
es innegable. Y no sólo en la metrópoli, pues quienes viven en las distintas regiones del Estado sufren de un problema todavía mayor por la incursión de las células delictivas, pero tratar de ocultar la crisis de seguridad con regaños o publicaciones en redes, y no con una estrategia real de combate al crimen organizado, sólo demuestra que gobernar a través de internet queda muy lejos de la paz y la calma que nos prometieron cuando eran oposición y lo único que querían eran votos.
Y en tanto el Gobierno de Jalisco siga defendiendo en cifras lo que en realidades luce distinto, la crisis de seguridad nos seguirá doliendo, y mucho.
GC