Nunca más un Gobierno enmarcado por la indolencia
Prometieron refundación, pero entregaron indolencia. Garantizaron pacificación, pero decidieron jugar con cifras a su favor. Juraron que al fin habría un Gobierno que escucharía y tomaría en cuenta la voz ciudadana, y en lugar de ello convirtieron a los críticos en enemigos políticos.
Se dijeron cercanos, y al mismo tiempo se rodearon de vallas. Hablaron de refundación, pero cerraron la cortina al diálogo. Aseguraron que habría libertad de expresión, pero hubo represión a la protesta, paranoia y una orden directa de frenar entrevistas para quienes no estuvieran del lado correcto de la historia.
Polarizaron. Cancelaron. Encasillaron a los buenos y a los malos. Entre 2018 y 2024, Jalisco sólo tuvo blancos y negros. Mano abierta para los amigos y puño cerrado para la disidencia. Sin matices ni medias tintas: amigo o enemigo. Punto.
Mentiras. Enojos. Regaños. El sexenio que está por terminar quedará enmarcado como uno de los más intransigentes en la historia. Y lo peor es que siempre se asumieron como los nobles, los austeros, los que cambiarían el rumbo sólo con el poder de un banquito y de un micrófono.
Sin duda, esta administración dejó en claro que el poder es heterogéneo. Que quien lo tiene es capaz de transformarse en un hombre con don de servicio a un consagrado de Dios que, sin aspaviento alguno, puede darse el lujo de ignorar a las familias de buscadores porque las Chivas o la Selección metieron un gol insípido en un torneo sin importancia.
Cuando estas letras se publiquen, restarán 47 días para el fin de la administración de la indolencia. La más promisoria y, al mismo tiempo, la más decepcionante. La que llegó a la cima haciendo leña de los gravísimos errores del sexenio pasado para no sólo no atenderlos, sino cubrirlos con una voluminosa manta de mentiras pautadas con dinero público.
Y aunque el Gobierno en puerta representa a los mismos colores y muchas de las piezas clave del ajedrez de Pablo Lemus evidentemente pertenecen a su predecesor, todavía existe una oportunidad de virar el timón y evitar que el barco colisione de nuevo con el iceberg de la ignominia, esa afrenta pública de la que hoy los funcionarios consentidos como Hugo Luna, quienes prefieren caminar de prisa antes que detenerse a responder, se dicen víctimas.
Las fichas ya están puestas. Alberto Esquer, de ser calificado como “arrastrado” durante la contienda por la gubernatura, llegará a la prefectura del gabinete de Lemus. La memoria de los políticos es así de corta y cínica, pero por fortuna la del periodismo está viva y sí recuerda los señalamientos de soborno a cambio de recursos para obra pública cuando el ex panista era diputado federal.
Ya sin poder, Enrique Alfaro sigue colocando sus fichas y la Coparmex sonríe como el Joker, aunque todos sepamos que Pablo Lemus realmente desea en su equipazo a Fher de Maná, al Potrillo o al Cala (el de Rostros Ocultos) y cambiarle la cara a un puesto desgastado no sólo por yerros disfrazados de éxitos, sino porque el sello de esta administración en Casa Jalisco está en las rabietas, tal y como las fiestas enmarcaron la de Aristóteles Sandoval o las misas la de Emilio González Márquez.
Cumplir y hacer cumplir la ley. A eso se va a comprometer y de eso constará la memoria para el periodismo en el periodo 2024-2030. Y sí: es una promesa. ¡Ánimo, Jalisco!
Pizquita de madre
Sirvan estas líneas para enviarle una sincera felicitación al gran jurista Eduardo Almaguer, por su férrea defensa a la impugnación por la gubernatura de Jalisco que le batearon con la mano en la cintura en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. La prueba más clara de que litiga como cuando defendió a Jalisco desde la Fiscalía Estatal.