Nuevo informe: el Gobierno del discurso
El Presidente Andrés Manuel López Obrador presentará un nuevo Informe de Gobierno este 1 de septiembre. Haciendo cuentas, será el décimo cuarto que se organiza formalmente desde que asumió el cargo. Más que el contenido del informe en sí, quizá lo más importante es qué tratará de hacer pasar por intrascendente u ocultar con sus propias afirmaciones la realidad para la que no admite debate.
El tema de los informes presidenciales ha perdido relevancia entre la población.
No es posible interesar a los ciudadanos en una fecha especial de la “liturgia de Gobierno”, cuando el Presidente establece la agenda mediática todos los días en sus mañaneras.
Pero en esta ocasión en especial, por el agravamiento de los hechos de violencia en diferentes puntos del país (en estados gobernados por la oposición y por Morena, indistintamente), por el incremento de la inflación y los precios de productos básicos, y por la casi coincidencia con el regreso a clases, que desnuda el olvido en el que ha quedado el sistema educativo, el discurso presidencial destacará lo que considera logros incontrovertibles.
Si no acepta reconocer el fracaso de la tragedia que fue el accidente de los 10 mineros de El Pinabete, Coahuila, reiterará que el Tren Maya es el mayor detonante del turismo y la economía en los estados del Sureste.
Si el objetivo es minimizar el aumento del precio del combustible que tanto se le ha recriminado, insistirá en el triunfo histórico que significa la construcción de la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, como el principio del rescate de la industria petrolera y el avance en la meta de garantizar el abasto de combustibles y terminar con la dependencia de las importaciones.
El Presidente ya ha dado incluso algunos adelantos: afirmó en Palacio Nacional que a pesar de la caída económica por fenómenos como la pandemia y la inflación motivada por las acciones militares en Ucrania, los pobres en México están mejor porque hay una mejor distribución de los recursos económicos (¡!).
Y porque también fue reciente, en su informe seguramente habrá espacio para el caso Ayotzinapa y los 43 estudiantes ya reconocidos como asesinados en un crimen de Estado. A las críticas que se han hecho al informe de Alejandro Encinas para subrayar que prácticamente no hay novedad, el Presidente seguro retomará lo que ya dijo su colaborador: ya no hay torturas.
Ante la escasez de resultados, porque efectivamente el ejercicio de este Gobierno no resiste el contraste con la realidad y las estadísticas, el Presidente echará mano de su principal herramienta: el discurso.
Volverá a condenar a los adversarios, a los neoliberales, a los medios de comunicación cómplices y “vendidos”. Y otra vez, también, alabará su cercanía con el pueblo y el aval que le dan para dar cada paso en su Gobierno.
Y no habrá manera de contestarle.
Desde que inició esta semana ya ofreció un adelanto del juicio del día de su nuevo informe: si son cristianos, si respetan los derechos humanos, deberían arrepentirse y reconocer que se equivocaron quienes votaron por Felipe Calderón en las elecciones de 2006. El villano infaltable.