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Nuestras voces construyen la ciudad que queremos

Uno de los fundamentos de la democracia es la universalidad, que deriva en igualdad ante la ley y la supuesta desaparición de las jerarquías. En el discurso incluye a todas las personas sin distinción de edad, origen, situación económica y por supuesto, género.

En contraste, la práctica ha sido muy distinta. El reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres es relativamente reciente, por lo que históricamente han sido hombres quienes toman las decisiones de la vida pública. Un ejemplo que nos afecta directamente es la planificación urbana, ya que vivimos en ciudades diseñadas para “la ciudadanía universal” que en realidad incluye solo a hombres. 

Es imposible incorporar las necesidades específicas de cada grupo de la población sin la pluralidad de sus voces. Por eso no es de extrañar que las ciudades reproduzcan la desigualdad social, reflejada en la dificultad en los desplazamientos, la seguridad, el acoso, la violencia, el acceso al espacio público y el derecho a la ciudad.

De ahí que es necesario hacer visibles las dinámicas, experiencias y necesidades específicas de las mujeres, niñas, niños, adolescentes, personas adultas mayores y con discapacidad. Incorporar su perspectiva es el aporte que hará posible construir entornos más seguros y accesibles. 

Hay que ajustar los proyectos urbanos para ayudar a emparejar las condiciones sociales, lo que significa democratizar las ciudades. No olvidemos que las mujeres somos el 50.7% de la población en Jalisco, nos corresponde estar presentes en las decisiones de planes urbanos de desarrollo para señalar de qué manera rediseñar la infraestructura para vivir, desplazarnos y convivir en ciudades realmente universales.

Si subimos el estándar pensando en los grupos históricamente silenciados y excluidos, convertiremos a las calles, los parques, los parabuses, el transporte público, los mercados, los núcleos comerciales y espacios de recreación en lugares aptos para toda la población.

Una ciudad incluyente es aquella que reconoce e integra las características específicas de la desigualdad. Sólo así podrá hacer uso de las herramientas y mecanismos políticos para consolidar una sociedad más justa y equitativa.

Ya es momento de que nuestras ciudades sean verdaderamente accesibles para todas las personas, de que nuestras vivencias sean escuchadas. No olvidemos que nuestras voces construyen la ciudad que queremos.

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